jueves, 11 de abril de 2024

Inteligencia artificial


Con la que está cayendo sobre el grueso de la prensa generalista española, al respecto del Ay, ¿quién maneja mi barca, quién?, que a la deriva me lleva, ¿quién?, que cantaba Remedios Amaya, todavía quedan crédulos en que este tipo de cosas no nos afectan como aficionados al automovilismo deportivo.

Por fortuna, si se puede decir así, el fenómeno es global y atañe a todo el mundo occidental por igual —en otras zonas no existe eso que conocemos como opinión pública—, y goza de antecedentes que hunden sus raíces en el tiempo. De Al Capone se decía, un ejemplo, que su nómina de periodistas era sólo un poquito menos abultada que la de policías, aunque con ella habría podido montar dos periódicos con sus respectivas secciones de deporte, claro. Lucky Luciano usaba otros métodos: plumilla que salía honesto, plumilla al que invitaba a cenar y ahí se acababan los problemas para los dos...

Desgraciadamente desconocemos cuánto gastó Luciano en buscarse aliados sin desperdiciar una bala, aunque podemos imaginarlo. En fin, como venía diciendo, poder, prensa y público, mantienen vínculos inescrutables que han llegado intactos a nuestros días aunque hayan cambiado de perfil. Hoy la agenda es económica y la especulación manda, y, obviamente, cuenta con los que cobran extra por hacer de correa de transmisión del ideario adecuado, y con los abundantes incautos que creen que seguir la corriente mayoritaria les proporcionará billete de primera clase para vaya usted a saber dónde y qué.

Fernando ha renovado por Aston Martin y se ha pinchado un globo, al que ha seguido el desinfle silencioso de otros, porque, a ver, cantaría mucho que siguieran inflados en el aire. Toca reconfiguración de posiciones, ver por dónde se sale y eso, explicar con pelos y señales lo que nadie sabía hasta hace unas horas, y, obviamente, insistir en otros flancos hasta que la vorágine especulativa se agote por pura inercia.

El clickbait nunca ha sido nuestro principal problema, ni siquiera que alguno de nuestros adalides periodísticos haya cenado con Florentino Pérez, el meollo está en el seguidismo que muestra la información que recibimos a diario y su paupérrima calidad —hombre, a partir de bulos y refritos ni con Ambipur arreglas una opinión o un avance—, lo que me lleva a recordaros que disfrutamos de profesionales como la copa de un pino que acabarán sucumbiendo ante la dinámica que nos aqueja como colectivo, en la que triunfa quien más rápido sirve la mierda —disculpadme, ha sido un lapsus, quería escribir porquería. Tampoco, era noticia, sí, «noticia». 

Deberíamos cuidarlos pero es tarde para todos. Para ellos porque ésta ya no es una guerra noble en la que los sables láser se consideran arma de combate personal; para mí por insinuároslo por enésima vez —si no he conseguido nada en otras ocasiones, olvidaros de que funcione ahora—; y para los que lo intentéis, porque jugáis en increíble desventaja, quedáis avisados. 

Goebbels disfrutaría del momento como un gorrino en un charco. Jamás una chorrada ha sido capaz de colonizar un espacio tan dimensionalmente amplio y a una velocidad tan vertiginosa. Nunca tantos copiotas y refriteros se han mostrado tan alarmados porque la IA pueda quitarles el trabajo, cuando, en razón, han sido ellos los que se lo han puesto a huevo.

El Nano se queda en Silverstone. Cabría decir que triunfa la razón, pero no tengo muy claro que haya gente que lo entienda entre tanto sinsentido...

Os leo.

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