sábado, 12 de agosto de 2023

Si tuviese buen señor...


Somos idiotas, así, en general, y bastaría que dejáramos de mirarnos el ombligo y abriésemos las ventanas con tal de airear un poco la habitación, que buena falta le hace, para comprender que la crítica constante a nuestros pilotos nos hace más mal que bien, sobre todo a los que vienen por detrás de Alonso y Sáinz, que cada vez verán más comprometido eso de que los patrocinadores paguen la fiesta a los noveles.

La ecuación publicitaria en F1 es sumamente sencilla: se invierte para obtener exposición que rinda en términos de imagen, y si ésta resulta minúscula, negativa o lesiva para los intereses de quien pone la pasta, no se firma un miserable cheque porque no hacer nada resulta más barato y productivo.

Desde que Carlos insinuara en mayo pasado, creo recordar, que tenía asimilado que su tirón era inferior al de Fernando ante el aficionado medio, no faltan papanatas que cortan por la tangente y abusan del término «cuajar» en sus escritos y homilías. El madrileño no cuaja, Sáinz no convence (no cuaja)...

Bien, Carlos Sáinz milita en la actualidad en la sacrosanta Ferrari por méritos propios y suena firme como candidato para un asiento en Audi cuando la alemana desembarque en 2026, pero por esas cosas que tiene la idiotez supina, desde que asomó la oreja en 2015 en la F1, el gentío patrio ha preferido abonarse a las saetas envenenadas vertidas por los tolerantes que tragaban con que no viéramos un puto adelantamiento suyo en pista durante su etapa en McLaren, por ejemplo, o que compraron sin pestañear el guión de Netflix, según el cual, el temperamental y mediterráneo Sáinz sentía poco menos que envidia de un Norris al que barrió sobre el asfalto en 2019 y 2020.

La guerra fue ayer y la perdimos, y es tarde para que os llame a las armas y a que defendáis lo nuestro, al menos con la misma intensidad que holandeses y británicos defienden lo suyo.

Carlos no es un valor que dependa sólo de lo que hace él y sucede a su alrededor, nosotros también formamos parte de la ecuación que mencionaba en el segundo párrafo. Es un ejemplo en el que se mirarán otros y tenemos unas ciertas obligaciones contractuales jamás escritas, pues si lo protegemos con uñas y dientes, incluso ante las injusticias que sufre —ahora mismo en Maranello, sin ir más lejos—, no seremos una banda de hooligans que no entiende de Fórmula 1, sino que estaremos contribuyendo a que una empresa fuerte no se lo piense tanto cuando una chavala o un chaval presente a su aprobación un plan de patrocinio.

Una afición sólida siempre supone una garantía de éxito para todos los implicados. Hemos hecho el memo pero nadie nos exige que sigamos tropezando en la misma piedra, menos los ingleses y sus mamporreros, que sabiendo que somos gilipollas siguen tratándonos como tales.

Os leo.

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