Incluso L'Automobile Club de l'Ouest ha pasado por etapas muy mejorables y, sin duda, la edición de 1984 de las 24 Horas de Le Mans es una de ellas.
Mientras en el entorno de la Resistencia se aceptaba que Porsche había creado una plataforma avasalladora, por su calidad incuestionable y por el amplio elenco de equipos privados que apostaban por el 956, el ACO consideró que podía poner puertas al campo ajustando a la baja las reglas de consumo para la cita anual en La Sarthe. La maniobra sentó muy mal en Porsche, que anunció inmediatamente que no participaría en la prueba francesa, a la vez que amenazaba con ejecutar los contratos con sus pilotos para impedirles que compitieran en otros equipos.
Finalmente la sangre no llegó al río. Rothmans Porsche no se inscribió, pero el veto a los conductores dejó de ser efectivo apenas sin tiempo para que encontraran asiento.
En fin, parecía que la ocasión la pintaban calva para los usuarios no oficiales del 956, pero más de trescientos cincuenta mil de trabajadores del metal alemanes estuvieron a punto de convertir en un pozo el gozo inicial. Así, hubo componentes que no llegaron a sus destinatarios hasta horas antes de comenzar los entrenamientos en La Sarthe, obviamente sin tiempo para ser probados adecuadamente. No obstante, de los 72 inscritos, 16 eran Group C de la alemana y todos ellos encontraron alojo en la parrilla del sábado 17 de junio.
Porsche tampoco es que jugara muy limpio en su órdago al ACO. A los diez 956 convencionales, por llamarlos así, se sumaban cuatro evoluciones 956B que sugerían un mayor grado de implicación de la fábrica del que se intuía en los comunicados oficiales, y dos 962 cuyo rodaje en condiciones de fuego real resultaba imprescindible para la homologación del prototipo en el Campeonato IMSA de 1995.
Si hace unos párrafos mencionábamos que la ausencia de Rothmans Porsche suponía una ventana abierta a las aspiraciones de los equipos cliente de la alemana, también lo significó para Lancia y sus renovados LC2-84, y para Henri Pescarolo, vencedor absoluto con Matra en 1972, 73 y 74, que en 1984 repetiría victoria a bordo de un 956B. Pero no adelantemos acontecimientos.
La Sarthe se plagó de colorido, aunque bajo los Hawaiian Tropic, New-Man, Skoal Bandit, Kenwood, etcétera, se encontraban los lobos de siempre: Joest, Kremer, Brun, Fitzpatrick... todos ellos con flamantes 956B. Enfrente sólo los Martini Lancia LC2-84 oficiales, pues los Rondeau hicieron una presencia testimonial con unidades antiguas y el retorno de Jaguar planteaba serias dudas —los XJR-5 IMSA GTP contaban con la ventaja de unos depósitos con más capacidad—. Dome, Cougar, WM y Nimrod, cerraban el elenco comparsa en la clase C1, a los que se sumaban diferentes alternativas en las clases menores hasta completar los 53 vehículos que tomaron la salida bajo el banderazo de Franz Stadler, Presidente del Automóvil Club alemán (ADAC).
Bob Wollek había conseguido la pole position para la italiana, marcando así el territorio en el que se iba a desenvolver la carrera hasta las primeras horas del domingo.
Las elecciones al Parlamento Europeo obligaron a adelantar el horario de las 24 Horas a las 15:00. Sol, piso seco con alta temperatura, y el WM P83PRV Peugeot de Michel Pignard rompiendo los pronósticos y sorprendiendo a todo el mundo, incluso con su accidente temprano, fueron las constantes durante los primeros compases de la prueba. Luego Lancia hizo valer sus credenciales hasta más allá del atardecer, que fue cuando los 956 comenzaron a enseñar los dientes aunque con diferente fortuna.
Alesandro Naninni dominaba sobre su LC2-84 con mano de hierro seguido por el Porsche de Philippe Streiff, que perdió el control en las Chicane Ford y trompeó, cediendo bastante terreno. Pero pasadas las nueve de la noche del sábado, el Nimrod NRA/C2B de John Sheldon golpeaba violentamente las protecciones en la embocadura de Mulsanne y rebotaba hacia el lado contrario para convertirse en una bola de fuego que prendió el arbolado circundante. Drake Olson, en el otro Nimrod, trató de esquivar algunas piezas perdidas y se fue directo hacia las barreras, dañando seriamente su vehículo y viéndose obligado a abandonar tan sólo dos vueltas después. Sheldon consiguió salir del incendio y los restos de su coche para derrumbarse apenas unos metros después. Aquejado de serias quemaduras fue evacuado inmediatamente, aunque peor suerte corrió un comisario que murió de forma instantánea a causa de la brutalidad del impacto. Hubo más heridos de diferente consideración y la carrera se neutralizó.
En la relanzada los dos Lancia mantenían la cabeza de la carrera, seguidos en tercera posición por el 956 de Schornstein Racing Team, con su propietario al volante, y por el de Henn’s T-Bird Swap Shop (Hawaiian Tropic) en la cuarta plaza con Jean Rondeau a los mandos. Quinto circulaba el Jaguar de Brian Redman.
El New-Man Joest dorsal 7 de Henri Pescarolo y Klaus Ludwig había sufrido una serie de inconvenientes mecánicos desde el arranque de la prueba que lo habían situado en la trigésima plaza, pero una vez se detectó el problema en el sistema de alimentación y se logró corregir, comenzó a escalar posiciones, de manera que, antes de la medianoche, el 956B rodaba en la octava plaza y hacia las 02:00 de la madrugada ya era quinto.
La noche empezó a cobrarse facturas en las filas de Martini Lancia. El LC2-84 número 5, entró a garajes con daños en la caja de cambios, con lo que perdió la segunda posición y más de media hora mientras la arreglaban. El 4 italiano no corrió mejor suerte. Un tirante de la suspensión le obligó a bajar la velocidad y a pasar por boxes. Mantenía el primer puesto, pero con el 956B conducido por David Hobbs (John Fitzpatrick Racing) en la misma vuelta y recortando. Una hora después, con las primeras luces bañando La Sarthe, el británico se alzaba brevemente con el liderato para perderlo cuando los discos de freno delanteros le indicaron que había que cambiarlos.
Las siguientes fueron horas muy movidas. Paolo Barilla veía con impotencia cómo la caja de cambios de su LC284 decía basta y Jaguar perdía su coche mejor posicionado al reventar una rueda y mandarlo contra las protecciones. Quedaban 23 vehículos en pista. El otro Lancia se hundió hasta la quinta plaza después de que se hiciera necesario cambiar el turbo. El 33 de la John Fitzpatrick volvía a retomar la cabeza, pero de nuevo la perdía cuando un extraño ruido en el motor hizo temer lo peor...
El New-Man Joest dorsal número 7 lideraba la prueba y con cierta holgura sobre sus rivales. Pescarolo y Ludwig habían hecho un trabajo increíble, sobre todo el primero, no obstante, el esfuerzo realizado acabó resintiendo las suspensiones del 956B, aunque la diligencia de los mecánicos solventaron el problema en tan sólo 9 minutos, tiempo suficiente como para volver al asfalto y poder recuperar la primera posición.
Las últimas horas sobre La Sarthe fueron, otra vez, un festival Porsche 956. Siete máquinas de Stuttgart coparon las siete primeras plazas tras la caída de la ajedrezada. Pescarolo y Ludwig habían cubierto con su 956B 360 giros, sumando 4.900,276 kilómetros en total. Jean Rondeau y John Paul jr. terminaban segundos a dos del vencedor, sobre el 956 de Hawaiian Tropic (Henn’s T-Bird Swap Shop). Y la tercera plaza la ocupaba el 956B de John Fitzpatrick Racing, con David Hobbs, Philippe Streiff y Sarel van der Merwe en el habitáculo, a 7 vueltas del segundo clasificado.
Lancia había mordido el polvo, quizá demasiado injustamente. Los 956 de Porsche se habían convertido en sinónimo de excelencia, y Henri Pescarolo se reivindicaba, una década después de haber probado las mieles del triunfo con Matra, logrando su cuarta victoria en la prueba de Resistencia más dura del mundo.
Os leo.
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