martes, 8 de marzo de 2022

Echaros a la mar

 
Que algunos de nuestros gurús sigan perpetuando la idea de que la Fórmula 1 es el epicentro de la tecnología en el deporte, también la aerodinámica, no nos impide recordar que existen actividades que nos sacan ventaja en comprensión y aplicación de conceptos más innovadores en esta área.

Corría el año 2010 cuando en Nürbu ya hablábamos de la America's Cup y sus embarcaciones —no resultaba extraño porque Valencia acogía la 33ª edición de la prueba; también fue sede de la 32ª en 2007—, aunque esto no resulta relevante, pues lo interesante estaba en que las novedades introducidas por Adrian Newey en su RB5 y RB6 en cuanto a la flexibilidad de la fibra de carbono [Secretos], podía tener su razón de ser en la pasión del Mago de Milton Keynes por la más avanzada muestra de competición náutica.

Las velas de aquellos trastos marinos eran esbeltas y la principal terminaba en un corte horizontal, esquema que se ha mantendido hasta nuestros días. Ya se consideraban de alto rendimiento porque aprovechaban su capacidad de flejar sobre el eje longitudinal del mástil para proporcionar un empuje adicional que podemos decir, muy sintetizado, que estaba asociado a los fenómeno de sustentación lateral y expansión que afectaban al aire tras recorrer las caras exteriores del velamen (extradós).

Bueno, ha llovido lo suyo desde entonces y hasta los yates de la America's Cup han mejorado una barbaridad. Hoy estamos en la AC75 Class, monocascos imponentes, que entre los foils, una cuidadísima aerodinámica que ayuda a mantenerlos fuera del agua reduciendo la resistencia al avance, y las benditas velas, claro, alcanzan velocidades bastante similares con vientos de popa o en ceñida (a contraviento), reduciendo también el ángulo mínimo de aprovechamiento del aire frontal y, por tanto, mejorando la capacidad de respuesta y la maniobrabilidad...

Estoy exagerando, como de costumbre. Sigue existiendo un déficit entre navegar con viento de popa y de proa, pero se ha reducido de manera considerable, básicamente porque las velas funcionan ahora como alas, que es donde quería llegar.


Con la imagen de arriba podemos acercarnos mejor a lo que he venido hablando. Resulta fácil visualizar el ala de un avión puesta en vertical sobre el casco, así que esta parte la tenemos resuelta. También vemos que se llama «Soft Wing» a la propia vela (blanda), con lo que queda claro que estamos hablando de una estructura que puede adoptar diferentes curvaturas porque es flexible aunque esté dotada de una resistencia tremenda. Y, por último, en el dibujo de la sección de la vela podemos apreciar que tiene un interior vacío encerrado por el tejido de fibra exterior...

No os aburro más, lo prometo.

Éste, ni más ni menos, es el universo aerodinámico en que se mueven las mentes que parieron la Normativa de los coches previstos para 2021 que estamos disfrutando este año, y las que están tratando de extraer las máximas ventajas del nuevo campo de experimentación. Éstas últimas necesitan superficies amplias, flexibilidad y, en líneas generales, mucho espacio para que circule el aire y el fondo curvado produzca la sustentación invertida adecuada. Estamos en la actualidad a años luz del efecto suelo de los 80 [No temáis al «efecto suelo»], aunque sigamos manejando los mismos términos y parecidos conceptos.

Os leo.

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