viernes, 14 de mayo de 2021

Cuesta abajo y sin frenos

Me ha cogido por sorpresa, lo admito. Años y años recibiendo pedradas por decir que huíamos hacia delante y hablar de contenidos papilla, de potitos y otros productos indicados para críos que no originan acidez ni flatulencias, y ha tenido que venir Ross Brawn a poner el clavo dulzón en el ataúd de la Fórmula 1: «Things change and young people don’t necessarily want to watch two hours of racing on a Sunday afternoon. We may find the short format racing’s more appealing to them...» [Sprint Qualifying aimed at ‘young people who don’t want two-hour races’].

Es posible que los chiquillos no aguanten la duración de un Gran Premio y toca probar si toleran 100 kilómetros, no sea que se nos escapen como target a futuro... Obvio, ¿no?

Acojona lo ramplón de la sentencia aunque en el fondo encaja en la lógica que nos ha traído hasta aquí. Como a Fangio no lo discute nadie y Schumacher no puede defenderse, lo mejor es que Hamilton consiga ocho títulos y arrase con ello, ya que, de números y gracias a Dios, la chavalería sí entiende porque lo explicaron en Barrio Sésamo. 
 
A ver quién es el guapo que les dice ahora que un Jim Clark o un Fernando Alonso valen 100 veces más de lo que aparentan, el primero porque su finura y velocidad eran antológicas hasta que una mala curva lo arrojó a los árboles de Hockenheim cuando jugaba en F2, y el segundo, porque junto a Kimi supo romper el dominio de estrellas alemanas o inglesas que nos tienen fritos desde 2000. Cómo explicas a esta gente que Jackie Stewart sabe diferenciar perfectamente quién es un buen piloto y quién roza el cielo con sus dedos, porque, amén de infinitas virtudes y su etapa como patrón de escudería, bautizó como The Gren Hell al Nordschleife antes de ganar allí en 1968...

Me ha sorprendido, sí, pero como me sorprenden un montón de cosas más de nuestro amado deporte, que no sabe encontrar un término medio entre los septuagenarios que gastaban Rolex by Bernie y esta idea de buscar futuro vendiendo el alma al diablo por un miserable plato de lentejas.

Si la Fórmula 1 no puede proporcionar espectáculo para pasar una buena tarde, normal que reduzcamos el metraje por ver si cuela, mientras seguimos dando oportunidad y puntos a Lewis para que incluso parezca infinitamente mejor que Sebastian, quien, a fin y a cuentas, sudó la camiseta hasta el último suspiro en al menos dos ocasiones, cuando el astro británico no ha sido capaz de hacer otra cosa que morder el polvo cuando la cosa se le ha puesto a desmano.

No me enredo, que me conozco. Vamos donde llevo años señalando que íbamos, aunque hoy lo siento en el alma por nuestros gurús de cabecera en redes sociales, pues a ver de qué hablan y qué parecidos encuentran con ese pasado que les gusta tanto rememorar, cuando Liberty (por boca de Brawn) considera que lo adecuado para los tiempos modernos es que nadie sufra más allá de sus limitadísimas posibilidades.

Un dato: Senna fulminó a Prost en la vuelta 46 de las 53 que cubrían el Gran Premio de Japón de 1988. Aquello superó (entonces) por 169'514 kilómetros lo que a día de hoy considera Brawn que puede aguantar un chaval de los que busca fidelizar Liberty Media con su idea de carreras al sprint —estupidez de la que hablaré otro día—. Nos lo habríamos perdido, claro está, pero qué más da.

Y así vamos y así os lo cuento...

Os leo.

2 comentarios:

  1. Nos metemos poco con Ross Brawn, pero menudo mafias.

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  2. Amen... Mr Difusor soplado. Vettel tiene un busto suyo en el altar de su cuarto.

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