miércoles, 22 de abril de 2020

Ice overflow


El padre de Javi, Bárbara, la madre de Juani, Alfre todavía conectado a un respirador artificial, Gontzal caído, ahora Shellie...

Las balas silban demasiado cerca y ya se han llevado por delante a gente que me toca, y duele, ¡joder!, por los que se han visto obligados a doblar la rodilla y por los que ni siquiera sé a estas horas si precisan de mis oraciones.

Con casi cuatrocientos muertos al día resulta complicado incluso esbozar un responso. ¡Son tantos!, hay tantos seres anónimos que podrían ser tus compañeros de clase, de universidad, de correrías, que circunnavegar las curvas del anciano dragón de las Eifel se antoja un ejercicio tan inútil como vacuo. La vida golpea, pero con esto del coronavirus ha cruzado la línea y lo hace con saña por debajo de la franja elástica del calzón sin que lo vea el árbitro.

Juego sucio, pero a la guerra se va con lo que se tiene y no con lo que uno desearía. No es consuelo, aunque ayuda a enteder que lo peor está por llegar, cuando abramos los ojos, cuando esa puta munición perdida hiera una de esas cosas o seres que creías a salvo, y te demuestre, una vez más, que los humanos estamos hechos de delicadas fibras trenzadas, que de puro frágiles son incapaces de aguantar la intemperie...

Os leo.

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