La vida acostumbra a poner The End a sus ciclos sin molestarse en avisar, y como no andes espabilado te pierdes una parte esencial de la película, ésa que advierte que nadie está aquí para siempre y el que queda atrás se condena a vivir con el corazón repleto de ausencias.
Esta tarde nos ha dejado Roque, un lorito barranquero que atesoraba en el interior de su cuerpo dominuto y liviano, tanta valentía y alegría como no he visto a nadie.
De esos seres que han ayudado a levantar Nürbu haciéndome compañía, sólo queda Elieentxu.
Marnie partió definitivamente el día del Carmen de 2013. Estaba a mis pies cuando escribí por primera vez elinfiernoverde.blogspot.com para dar inicio a esta aventura que lleva el nombre del gigante de las Eifel, y allí solía permanecer, tumbada, dormitando, mientras unos centímetros más arriba yo acariciaba el teclado. Aquel lejano 15 de julio tampoco quiso apartarse de mi lado. Confiábamos en que la medicación haría efecto, pero en el arranque de la madrugada del 16 su anciano corazón dijo basta.
Genoveva llevaba conmigo desde diciembre de 1991. Fue un regalo en todos los sentidos. Cuatro veces llenó el estudio con el aroma de sus flores aunque no pudo soportar este último invierno. Y ahora Roque, mi compañero inseparable cuando hacía de Rodríguez en Las Arenas y aquí, en Gorliz, cuando la soledad era más tibia y llevadera con él, y ponía yo la música bajita para que no le molestara y así poder escuchar sus murmullos mientras flipaba él con lo que sucedía en la pantalla del ordenador...
En cierto sentido, en mucho, la verdad, él y yo éramos un mismo sinónimo. Mi suegra nos toleraba mal y eso nos convirtió en casi hermanos de sangre. Ambos especies éxoticas que teníamos difícil cabida en un mundo hecho para las grandes distancias y los dos enjaulados por distintas razones. A Roque lo trajo a España algún hijo de mala madre que entendió que los loritos no sienten ni sufren ni padecen. Otro hijo de puta consideró que era un bonito obsequio de bodas. El matrimonio no lo aguantaba y acabó en casa, donde le dimos asilo para que, al menos, su condena fuese más llevadera...
A estas horas por fin vuelve a volar libre. Roque ha muerto como vivió, valiente, yendo de cara, pero esta próxima primavera, cuando la zona de Basotxu se llene de críos, Aner ya no podrá decir a sus compañeros: ¡ahí hay un loro...! Para Eileentxu y para mí, también será un poquito más fría...
Os leo.
Esta tarde nos ha dejado Roque, un lorito barranquero que atesoraba en el interior de su cuerpo dominuto y liviano, tanta valentía y alegría como no he visto a nadie.
De esos seres que han ayudado a levantar Nürbu haciéndome compañía, sólo queda Elieentxu.
Marnie partió definitivamente el día del Carmen de 2013. Estaba a mis pies cuando escribí por primera vez elinfiernoverde.blogspot.com para dar inicio a esta aventura que lleva el nombre del gigante de las Eifel, y allí solía permanecer, tumbada, dormitando, mientras unos centímetros más arriba yo acariciaba el teclado. Aquel lejano 15 de julio tampoco quiso apartarse de mi lado. Confiábamos en que la medicación haría efecto, pero en el arranque de la madrugada del 16 su anciano corazón dijo basta.
Genoveva llevaba conmigo desde diciembre de 1991. Fue un regalo en todos los sentidos. Cuatro veces llenó el estudio con el aroma de sus flores aunque no pudo soportar este último invierno. Y ahora Roque, mi compañero inseparable cuando hacía de Rodríguez en Las Arenas y aquí, en Gorliz, cuando la soledad era más tibia y llevadera con él, y ponía yo la música bajita para que no le molestara y así poder escuchar sus murmullos mientras flipaba él con lo que sucedía en la pantalla del ordenador...
En cierto sentido, en mucho, la verdad, él y yo éramos un mismo sinónimo. Mi suegra nos toleraba mal y eso nos convirtió en casi hermanos de sangre. Ambos especies éxoticas que teníamos difícil cabida en un mundo hecho para las grandes distancias y los dos enjaulados por distintas razones. A Roque lo trajo a España algún hijo de mala madre que entendió que los loritos no sienten ni sufren ni padecen. Otro hijo de puta consideró que era un bonito obsequio de bodas. El matrimonio no lo aguantaba y acabó en casa, donde le dimos asilo para que, al menos, su condena fuese más llevadera...
A estas horas por fin vuelve a volar libre. Roque ha muerto como vivió, valiente, yendo de cara, pero esta próxima primavera, cuando la zona de Basotxu se llene de críos, Aner ya no podrá decir a sus compañeros: ¡ahí hay un loro...! Para Eileentxu y para mí, también será un poquito más fría...
Os leo.
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