Parece hora buena para ir cerrando algunas entradas que se me han quedado en la cuneta por falta de tiempo, por falta de ganas de terminarlas o, sencillamente, porque el avance de las manecillas del reloj las ha ido haciendo viejas.
Rafa Nadal ganaba el domingo pasado su duodécimo Roland Garros y el lunes o martes, a más tardar, quise dedicarle unas líneas, tomándolo prestado ahí tendido sobre la tierra roja, habiendo hecho fácil lo complicado. Y el caso es que los gatos de Gorliz andan maullando a la luna y la noche hace rato que se ha cernido sobre Le Mans, y el bueno de López reporta que tiene problemas con los frenos y los que no creen a Binotto cuando dice que Vettel es el preferido de Maranello y se han dado instrucciones a Leclerc, han visto inmediatamente que el argentino ha recibido esas órdenes que niega su equipo...
Hay que querer a esta gente sí o sí. Acomodar la realidad a sus deseos requiere infinito más esfuerzo que aceptar que las cosas pueden ser tan sencillas como que Toyota y Ferrari no mienten porque, en el fondo, no les va la vida en ello. Hasta el propio Sergio Marchionne cometió el error de referirse a Leclerc, Giovinazzi o Verstappen (sí, el holandés se coló en la conversación de la cena de Navidad de la italiana en 2017), como «el próximo Kimi».
Hay dos estaturas entre los hombres de a pie: los que aceptan que son peones de brega y los que quieren ser como el patrón que les acaricia la espalda y les da galletas con forma de hueso cuando se han comportado bien. Y también hay dos estaturas entre los héroes: los que llegan y ceden o abandonan después, y los que a pesar de los pesares aguantan el tipo en lo más alto para que los imbéciles digan de ellos que lo que hacen es sencillo o viene de la mano de alguien que les ha tendido alfombra roja...
Con cinco días de diferencia, a Fernando lo presentaban anteayer como «racer legend» en Le Mans y a Rafa por fin le aplaudía el público francés tras su victoria. Pisar Tierra Sagrada no es tarea fácil, mucho menos si en tu camino se cruzan las insidias de un Yannick Noah o una merma que se hace fuerte en los sinsentidos y proezas dialécticas en redes sociales. Pero lo jodido es mantenerse, que es a lo que vamos, para aguantar las hostias o para tener que oír lo de tan fácil.
Ahorraros las referencias a otras figuras porque este ámbito admite mal las comparaciones. Se pueden contar con los dedos de una mano este tipo de colosos, y el caso es que nuestro bendito país, tan caínita él, orina y defeca continuamente en dos de estas figuras que no tienen contestación afuera.
Inevitablemente recalo en Miguel Induráin y en Seve Ballesteros. Fuimos muy cabrones con ellos, por no decir algo más grueso, y lo malo no es que no hayamos sido capaces de reparar nuestros errores pasados, sino que perseveramos buscando tres pies al gato, olvidando lo que cuesta llegar tan arriba para que luego todo resulte tan simple que ni lo paladeamos.
Os leo.
Hay que querer a esta gente sí o sí. Acomodar la realidad a sus deseos requiere infinito más esfuerzo que aceptar que las cosas pueden ser tan sencillas como que Toyota y Ferrari no mienten porque, en el fondo, no les va la vida en ello. Hasta el propio Sergio Marchionne cometió el error de referirse a Leclerc, Giovinazzi o Verstappen (sí, el holandés se coló en la conversación de la cena de Navidad de la italiana en 2017), como «el próximo Kimi».
Hay dos estaturas entre los hombres de a pie: los que aceptan que son peones de brega y los que quieren ser como el patrón que les acaricia la espalda y les da galletas con forma de hueso cuando se han comportado bien. Y también hay dos estaturas entre los héroes: los que llegan y ceden o abandonan después, y los que a pesar de los pesares aguantan el tipo en lo más alto para que los imbéciles digan de ellos que lo que hacen es sencillo o viene de la mano de alguien que les ha tendido alfombra roja...
Con cinco días de diferencia, a Fernando lo presentaban anteayer como «racer legend» en Le Mans y a Rafa por fin le aplaudía el público francés tras su victoria. Pisar Tierra Sagrada no es tarea fácil, mucho menos si en tu camino se cruzan las insidias de un Yannick Noah o una merma que se hace fuerte en los sinsentidos y proezas dialécticas en redes sociales. Pero lo jodido es mantenerse, que es a lo que vamos, para aguantar las hostias o para tener que oír lo de tan fácil.
Ahorraros las referencias a otras figuras porque este ámbito admite mal las comparaciones. Se pueden contar con los dedos de una mano este tipo de colosos, y el caso es que nuestro bendito país, tan caínita él, orina y defeca continuamente en dos de estas figuras que no tienen contestación afuera.
Inevitablemente recalo en Miguel Induráin y en Seve Ballesteros. Fuimos muy cabrones con ellos, por no decir algo más grueso, y lo malo no es que no hayamos sido capaces de reparar nuestros errores pasados, sino que perseveramos buscando tres pies al gato, olvidando lo que cuesta llegar tan arriba para que luego todo resulte tan simple que ni lo paladeamos.
Os leo.
Somos un compendio de regiones y personas que nos han enseñado a envidiar en vez de admirar y si esta enseñanza es sobre alguien que vive en la piel de Toro........... más leña, que no falte una fogata bien alta y caliente.
ResponderEliminarSolo cuando el envidiado muere es el momento de algún que otro reconocimiento pero siempre con la puyita de los momentos "oscuros" ya sean verdaderos o inventados sobre del personaje.
Somos así y perdón por lo que voy a decir; no nos cambia ni la padre que nos parió..............y por este motivo así nos vá.
Viva Indurain, Ballesteros, Nadal, Gasol (por doble), Nieto, Alonso ........ y tantos y tantos héroes españoles ( a quién le pique que se rasque). Mi gratitud será eterna y "viva la madre que os parió".
Un saludo de un Alonsista.
Buenos días, Antonio ;)
ResponderEliminarSigo pensando que la envidia no es el problema. Somos muy acomplejados, eso sí, y también rematadamente bobos. Preferimos abonarnos a los criterios de «nuestros mayores», les damos una autoridad que no tienen, y de remate les regalamo una humildad que no sirve ni para hacer gachas. Vestimos luego el resultado de «autocrítica sana» y vamos haciendo el gilipuertas por todo el orbe. Tenemos gente grande pero en vez de alabarla, preferimos que nos den palmaditas en la espalda cuando la destripamos :P
Abrazo grande, Comandante ;)
Jose