sábado, 13 de agosto de 2016

Enséñame a querer


Agosto es el mes de los medios, de nuestros medios de comunicación que se empeñan en seguir suicidándose cogiendo el rábano por las hojas y reclamando al usuario final, nosotros, una responsabilidad que nunca nos ha correspondido.

Y digo que éste es su mes porque por imperativos estacionales dejan de mirarse el ombligo, levantan la cabeza, y miran alrededor sin poder recurrir a su enunciado preferido: «Como ya adelantamos...», y en un pestañeo, reabren sin querer un debate en el que habría que estar loco para meterse.

Imaginemos por un momento que un conocido profesional despierta inocentemente al dragón de siete cabezas viniendo a decir, en una mala tarde, que comprende las críticas diarias hacia el periodismo, sobre todo cuando nadie quiere pagar por la información que lee. Que a renglón seguido, un reputado redactor jefe del sector le aplaude en público y apostilla: «¡Calidad y gratis, sí señor!» Y finalmente, que enardecido por la situación, alguien adivierte que se lleva 15 años regalando la información.

No es necesario estar muy puesto en asuntos de comunicación para entender que se estaría intentando calzar el marrón del actual estado del periodismo al siempre ingrato lector, y partiendo, además, de un error tendencioso amén de descomunal, porque el destinatario final de la información en internet paga la hostia, si me permitís el exabrupto.

Primero de todo, paga sacrificando su intimidad, y el alma en algunos casos, a cambio de una serie de herramientas gratuitas cuyo fin último es extraer la información que necesitan los medios de comunicación, entre otros, para ofrecer sus espacios a los anunciantes con el mejor ratio inversión/rendimiento. 

Segundo, soportando una publicidad que busca imponerse al lector al asalto, y que de puro invasiva, muchas veces impide acceder al contenido solicitado.

Tercero, abonando unos bonitos euros a las operadoras por disponer del acceso necesario a internet para que los puntos primero y segundo resulten lo más naturales posibles.

Y cuarto, encontrando demasiadas veces, que la información no es otra cosa que opinión, refritos, propagación de bulos, cuando no vulgar pasado a limpio de ideas que tuvieron su origen en blogs, redes sociales, listas de correo o foros.

Se dice que cuando el producto es gratis el negocio es el consumidor, y cabría preguntarse ¿de qué se quejan entonces los medios: de que lo queremos todo gratis o de que somos un mal negocio? 

El simple hecho de dar al click de una noticia, echar un vistazo para descubrir que ha sido escrita por un moderno creador de contenidos que tal vez ni cobra a final de mes, es relevante económicamente hablando para la vida de un medio —andan por ahí la segmentación de contenidos y el branded content como activos para atraer al anunciante, y por supuesto la experiencia del usuario como excusa final—.

Incluso si lo hacemos para comprobar cómo no se nos cuenta nada de nada, o cómo se resiente la ortografía o que la noticia no es fresca sino enlatada porque Motorsport o Autosport o Sky Sport o Autosprint ya la publicaron hace unas horas, esa acción también supone una forma de pago, pues las visitas, los comentarios y la interacción del lector, se tasan primero y se utilizan después como argumento de venta ante las siempre duras agencias de publicidad...

No me enrollo. Existe una maravillosa película que se titula Teacher's Pet y que aquí en España conocimos como Enséñame a querer.

Protagonizada por Clark Gable y Doris Day, es una comedia romántica con trasfondo periodístico, que sin embargo, ofrece algunas claves gratuitas que sería de interés contemplar para entender por qué el periodismo y la literatura editorial no se mueven bajo los mismos parámetros, por qué la información es un servicio, y por qué es tan importante que prime en ella la calidad, incluso a mediados de agosto.

Os leo.

1 comentario:

  1. Un aplauso para Mark Huges, ilustre periodista deportivo inglés. Aseguraba a finales de 2014 que el arrogante Alonso había cometido el error de su carrera provocando su desvinculación de Ferrari. Y aupaba el advenimiento del alemán como la salvación de la escudería.

    Porque al periodismo tendencioso y mercenario, que farda de profético, también debemos reivindicarlo!

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