Muy posiblemente sea esta la última imagen que utilice de Felipe vestido de rojo. Cuando escribí ¡Rosso, Felipe, siempre rosso!,
el paulista había mordido el polvo de mala manera y a mí, que me van
los personajes desvencijados, secundarios de cabecera a los que siempre
cabe rezar porque jamás te dejarán en la estacada por no entender de qué
van tus oraciones, me dio por acogerlo en el altar donde habitan mis
santos rotos.
Mi Felipe desde entonces, me ha acompañado varios años sin
interrupciones en los que como en toda pareja ha habido algunos
altibajos, pero si no he sido capaz de desprenderme del crucifijo de
mesilla que me regalaron las monjas Carmelitas cuando hice la primera
comunión, vestido de marinero y de inocencia, de qué me iba a separar de
él si es un tipo al que comprendo, al que entiendo en lo más turbio o
luminoso de sus matices.
El brasileño es como es y nadie va a
cambiarlo. Los últimos meses nos ha regalado en apariencia algunas
perlas que merecían que le fueran devueltas con alguna pedrada que otra,
pero bien pensado, estaba diciéndonos que su novia de toda la vida es
ahora fea cuando antes era hermosa y tal; que su habitar en la Toscana,
donde disfrutó de sus mejores días, fue un completo infierno y tal; que
tenía ganas de salir de Ferrari y tal, tras nada menos que siete años de
leal y desigual servicio en Maranello…
Marrullero, odioso a veces y adorable de tarde en tarde, rodeado de
sombras y de luces siempre, mi Felipe no cambiará en su puñetera vida y
eso precisamente, le hace profundamente entrañable.
Sea como fuere, el paulista es hoy por hoy un hombre de Williams y vestirá de Grove Martini rosso
Racing en lo que queda de temporada, que luego Dios dirá. En principio,
alguién apuntaría a que se ha pasado al enemigo, pero para lo que hacía
como amigo en La Scuderia yo diría que va a encarar cada carrera como siempre: plomizo y cerrojón
si lleva a Fernando detrás y dócil con todos los demás, salvo acaso,
con Valtteri, que para eso alguien acuñó hace eones que el rival más
peligroso milita en tu escudería, viste idénticos colores y tiene sueños
húmedos con el mismo coche.
Eso sí, por el bien de todos espero que mi Felipe haya cambiado de
gayumbos o en su caso, haya limpiado aquellos que usó en 2008 o en
Hungría 2009, cuando de milagro escapó a la muerte, porque mi santito
cabroncete y roto tiene como peculiaridad que no cree en las estampitas
ni se encomienda a una santidad o virgen antes de cada prueba; tampoco
se sube a su vehículo por el mismo lado o se santigua: cree en sus
calzoncillos de la suerte, y eso, admitámoslo, es muy latino, tanto que
seguiré refiriéndome a él como mi Felipe rosso, aunque muy posiblemente esta sea la última imagen que utilice de él vestido de rojo.
Y es que sin la magia no somos nada.
Martini Bianco, Felipe Bianco, Williams White. De Rosso, nada de nada.Miedo me da este tipo si, por asuntos del azar, tiene un cohete en 2014.
ResponderEliminarBuen domingo.
Massa aun tiene en la cabeza aquella carrera en Nurbur en el año 2007. Un Alonso desatado le pasó por encima a Massa a base de manos y no de coche y su reacción, similar a la de ahora, es buscar el encontronazo con Alonso.
ResponderEliminarPor suerte el campeón sabe torear muy bien estas situaciones y dejar las cosas en su sitio. Massa es un piloto de segunda línea con más artimañas que velocidad, siempre bajo mi punto de vista, y no puede reclamar en la prensa lo que nunca pudo conseguir en la pista. ¿Que fue a causa del accidente? no lo dudo ni dejo de dudarlo, una cosa así le quita un segundo a cualquier piloto, pero el resto de la parrilla no tiene la culpa de sus problemas.
Me hubiera gustado verle igual en el 2006 cuando protagonizó el rebufo más largo de la historia y nunca saca el tema, no sea cosa que le salpique y le llamen tramposo.
Saludos