Cuentan que Juan Manuel Fangio se encontraba incómodo conduciendo el imponente Mercedes-Benz W196R carenado (Streamliner) de 1955, y no tanto por su desenvoltura en pista sino porque no veía las ruedas, tal como lo leéis.
Traigo esta anécdota a colación porque la sensibilidad del piloto al
volante es una de esas cosas que dadas por supuestas y sabidas, han ido
perdiendo importancia para los aficionados conforme transcurrían las
temporadas, al verse solapadas por circuntancias más o menos importantes
como la propia aerodinámica de los vehículos, las ayudas a la
conducción, o el inevitable peso que tiene en la actualidad la
estrategia de muro y su gran aliada: la radio, pero que sigue estando
ahí, mal que nos pese, evolucionando y acompasándose a eso que
denominamos nuevos tiempos.
La máquina, también cuentan, carece de
alma y es el hombre que la gobierna sobre el circuito quien se encarga
de ponérsela. Obviamente, si el conductor no se siente cómodo o no
percibe adecuadamente la información que le transmite su monoplaza, su
labor desde el habitáculo se verá sensiblemente mermada. Y aquí quería
llegar yo, porque el cambio al que se han sometido a los vehículos para
esta temporada que abriremos en apenas unos días, en cuestión de
sensaciones, es sencillamente de órdago.
He dicho más arriba «cómodo» pero tal vez debería haber utilizado el término «sintonizado»
ya que en un envoltorio dominado por la tecnología el piloto, hoy en
día, sintoniza con su vehículo más que encuentra comodidad en él, una
cuestión menor en todo caso, que pasaría por ajustar adecuadamente el baquet
a la escultura del hombre (por cierto, Kimi precisamente tuvo algunos
problemas en Jerez con eso, que fue resuelto, por cierto, en un abrir y
cerrar de ojos). Y es que el hombre ya no interactúa directamente con la
máquina que lleva debajo del lugar donde la espalda pierde su nobleza,
sino que lo hace a través de un universo de herramientas electrónicas
que en sentido estricto tienen más que ver con jugar a la PlayStation o a
la X-Box que con lo que tradicionalmente entendemos por conducir.
Así las cosas, si hace no demasiado tiempo el piloto apretaba el
acelerador y el motor respondía de forma sintónica porque entre el
carburador y el pedal sólo existía un sencillo y barato cable de acero,
hoy es el día en el que entre el propulsor y el pie median la centralita
única (ECU) y el correspondiente mapa/motor que se esté utilizando, de
forma que podríamos decir que el piloto ya no pisa una palanca mecánica
sino que acciona un joystick.
Lo mismo sucede con el freno y con el cambio de marchas, pero no nos
llevemos las manos a la cabeza tan pronto. La electrónica está presente
incluso en los utilitarios de calle y aunque no lo parezca, nosotros
mismos, cuando vamos al trabajo en nuestro cacharrillo de todos
los días, hemos dejado de ser un Antonio Alcántara cualquiera para
convertirnos en diestros jugadores de consola, seguramente sin saberlo.
Lo que no ha cambiado tanto es el mundo de sensaciones que rodean al
piloto de Fórmula 1 en cuanto a su valoración sensitiva de lo que sucede
en su vehículo. Vibraciones en la espalda, calor, percepción de fuerzas
centrípetas o centrífugas, visualización del entorno, etcétera, son extras
que han acompañado a los conductores desde que esto se llama deporte, y
eso es precisamente lo que ha cambiado radicalmente este año.
Los motores ya no progresan de la nada al todo como en un atmosférico
o un turbo, lo hacen conforme a un nuevo método de interpretación en el
cual y a partir de determinado momento, el propulsor de toda la vida
dejará de pasar información sensorial al tipo que conduce para mostrarse
en forma de empuje silencioso en cuanto los ERS comiencen a funcionar y
la zaga tienda a irse a la entrada de una curva…
Si el Chueco se sentía incómodo porque no veía las ruedas de su Streamliner,
ni os cuento lo que pueden sentir los pilotos que se las van a tener
que ver en crudo y tiesas con los híbridos que disputarán el Mundial de
2014. John J. Rambo acuñó aquello de «no siento las piernas», y tal vez sea la mejor forma de verlo.
Bonita foto y gran entrada, Jose. La complejidad actual hace que precisamente sean incomparables los pilotos de ahora con los de "antes". ¿Te imaginas al Chueco lidiando con la complejidad tecnológica actual?. Todos somos hijos del tiempo que nos toca vivir y por eso todos son grandes en su época y para la eternidad. Sin comparaciones.
ResponderEliminarEn el fantástico Safetycast de ayer (mi enhorabuena desde aqui a sus urdidores) con Scalabroni, podemos escuchar su respuesta a la pregunta sobre Prost.Y me vino a la mente precisamente el plus de algunos pilotos gracias a su comprensión técnica del vehículo y sus situaciones y la capacidad de reportar datos a sus ingenieros, y la gran diferencia que hay entre este rol ahora y en el pasado. Si antes el coche "se hacía" siguiendo las indicaciones de sus pilotos, ahora también, pero menos, porque todo el caudal de información y monitorización supera en muchísimas ocasiones las sensaciones del piloto:"¿Dónde puedo mejorar?" es una pregunta que hoy se hace al ingeniero de pista que maneja datos propios y del compañero. Complejidad tecnológica que en última instancia también ayuda a que los pilotos sean mejores.
Un saludo. Ya queda menos para la primera batalla.
¿Ganas de cochecitos de colores dando vueltas?
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=YT0k99hCY5I
¡Saludos!