Tarde de sábado, de nuevo, y parece que fue ayer que andábamos
preparándonos todos para el fin de semana de Reyes. Aparte del gripazo
monumeltal que llevo a cuestas y que me ha tenido apartado a ratos de
todo esto, nadie diría que el tiempo da para algo más que para elongarlo
como un chicle a la espera de que las cosas importantes sucedan.
En esto estamos, al menos yo, matando el rato como puedo mientras la
Fórmula 1 parece que se despereza y comienza a apuntar maneras porque en
nada (es una amenaza), nos ponemos en los estrenos de monoplazas y el
28 tocamos definitivamente asfalto.
Llegados a este punto y tal como mandan
mis tradiciones domésticas, toca darle un aldabonazo a McLaren, esa
escudería británica que siempre se nos va de rositas año tras año, que
no levanta cabeza sesión tras sesión, que en las últimas décadas acumula
más espacios vacíos en sus vitrinas que la vapuleada Ferrari, pero que
por pertenecer a eso que se llama el british sport, el patanegrismo más añejo, la cuna de todo esto, vamos, suele evadir sus responsabilidades con la mayor naturalidad del mundo.
Que no se me altere nadie. McLaren, junto a la rossa y
Williams, tiene un lugar indispensable e intocable en mi corazoncito de
aficionado y precisamente por eso, por ser quien es, suelo acostumbrar a
recordar al respetable que Woking lleva demasiado tiempo sin regar sus
laureles, que la maceta se le está quedando pequeña y que al paso que
vamos, se nos va a olvidar cantar el alirón como hacíamos con Mika.
Sí, soy consciente de que por ahí anda el título de pilotos que logró
Lewis Hamilton en 2008, y que en 2007 no se consiguió por el canto de
un duro, pero a lo que vamos: entre 1999 y 2013 van nada menos que 14
años sin ver a la de Bruce en lo más alto, y eso es mucho le pese a
quien le pese, incluso para tolerar que la prensa británica haga
constante sorpasso sobre el asunto como si aquí no hubiese pasado nada y siguiera sin suceder nada.
Ocurre, vaya que ocurre. McLaren se enfrenta a una temporada
sumamente difícil y soy el primero en aceptar que la cosa no está para
echar cohetes. El impass mientras llega Honda se va a notar
hasta en la última cuaderna de la escudería por mucho Mercedes-Benz que
la propulse en esta sesión de pasapalabra, y habrá que esperar a
ese 2015 que ni siquiera asoma las orejas en el horizonte. 2014 va a
estar muy cuesta arriba y es de esperar otro año más de esos
que nos regala la británica, pero diantre, con este ritmo la afición va a
terminar ilusionándose al estilo de como hacemos con Williams, con un
poquito de caldo con sabor a gallina por aquello de evitar que nos duela
recordar cómo sabe el pavo bien hecho.
Como digo, lo de la british press ni siquiera me extraña. A
la gente de casa se las quiere y se las defiende aunque viva a 400
kilómetros de distancia o a 4.000, si hace el caso. La tribu manda y
como diría Richard Bach: «El vínculo que une a tu auténtica familia
no es de sangre, sino de respeto y goce mutuo. Es raro que los miembros
de una familia se críen bajo el mismo techo.» Dicho lo cual, McLaren debería ser suficiente familia
de la prensa anglosajona como para alguien se tomara la molestia de
decirle a la cara lo que con tanta pomposidad se le recrimina a Ferrari,
por ejemplo, aquello de que de las tradiciones no se vive y que los
equipos se alimentan de buenos coches, excelentes pilotos y por
supuesto, de victorias sobre los rivales.
Este año hay material de sobra para intentarlo. Jenson, Kevin, y un
MP4/29 que tiene que volar, tienen que bastar para que olvidemos que
llevamos 14 años (va para 15), sin comernos un maldito colín. Y no, lo
de Lewis en 2008 más que un título, supuso una carambola y por tanto no
vale. El British sport merece otra cosa, ya me entendéis.
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