Seb y su careta #VdeVendetta

A falta de poder amarlo como quisiera, amo a Seb incluso en sus incongruencias, aceptando que es un chaval que podría haber sido otro, pero que lleva un camino que marcaron otros por él que repruebo con toda mi alma... Ironías aparte, ya que es el tricampeón más joven de la historia y debería tener más cuidado con lo que dice, Seb se ha referido a Lewis, poleman en Silverstone para mañana, en los siguientes términos: «debió encontrar un atajo o tiene algo especial en esta pista».

Lewis ha encontrado en el circuito británico los mismos atajos que ha encontrado él, Seb, en otros trazados y tiene algo especial con Silverstone, como Seb encuentra su lugar en el mundo en otras cuerdas diferentes al antiguo aeródromo de la R.A.F., de manera que la gracieta (me juego la mano con la que escribo y dibujo a que simplemente era una chanza de colega a colega), supone uno de los muchos despropósitos verbales del de Hepennheim porque él, Seb, no es el ombligo del mundo, ni los que le ganan lo hacen por arte de magia.

Lewis hoy ha estado clarividente. Luchaba con Nico y lo ha pulverizado. El británico es una centella y ha encontrado ese puntito en el W04 que le permite acariciar el viento a una vuelta sin apenas despeinarse. Lewis, el hijo de Anthony y Carmen es así, no necesita de atajos ni de sentirse bien para imponerse cuando el aire sopla de su parte, y hoy, en Silverstone, lo ha hecho como lo hace siempre que encuentra un sol de poniente al que acercarse más rápido que nadie.

Seb ha mostrado con sus palabras que siente que camina sobre las aguas, que en su interior ha macerado el decálogo de Marko. Que él es más que nadie, que él va más allá de la multi21 y la multi12, que todos deben alcanzar a valorar su medida mirándole a la cara, cotejándole, sabiéndole cerca, desdeñando la posibilidad de que Lewis haya encontrado un enemigo a batir que no se llama Sebastian, ante el que se enfrenta cada mañana cuando se afeita, cuyo nombre escucha una y otra vez en boca de Nicole cuando ambos se dejan acariciar por las sábanas.

Seb no entiende que no es el centro del mundo pero ve el mundo como si él fuese el eje sobre el que pivota, grado más, grado menos, ad nauseam. Seb uno y trino; Seb en el cielo; Seb abrevando al ganado en mitad de la sequía; Seb dando de comer a los hambrientos; Seb guiando al populacho; Seb en lo alto de la colina; Seb en el valle; Seb siendo luz en la noche; Seb mostrándose como zarza ardiente; Seb abriendo las aguas para que su pueblo evite a los egipcios; Seb equivocándose; Seb mostrándose como un crío al que le puede el mundo en el que vive; Seb haciendo el gañán al señalar que los demás tal vez necesitan para superarle, lo que él no ha necesitado nunca...

«Un guerrero acepta la derrota como una derrota, sin intentar transformarla en victoria.» Qué gran verdad y cuán alejada del universo de algodones que rodea al tricampeón más joven de la historia...

Es hermoso perder, doblar la rodilla, Seb, sin necesidad de preguntarse qué atajo han seguido o que feeling han mantenido, los que han sido mejores que tú. Es una verdad aplastante que solo aflora cuando alguien alcanza un estado que se llama madurez, algo que conoce, por cierto, ese Lewis que ha mordido el polvo y se ha levantado innumerables veces, hasta alcanzar a ver que nuestro peor enemigo somos nosotros mismos y que no hay rival más peligroso que esa parte de nuestro ser que proyectamos siempre en nuestros semejantes.

Os leo.