Mi simpatía por Mark Webber viene de lejos. Se empañó un poco, es verdad, con aquel guiño que le hizo al chiquillo,
cuando en 2010 le habían sacrificado en Abu Dhabi por el bien del
deporte y la competitividad. Sospecho ahora que él, más ingenuo que yo,
sin duda, pensaría en aquel instante que con su inmolación se había
ganado un lugar en el paraíso de Marko, sin saber que el austriaco, el
ganador de Le Mans 1971, no habita en ningún cielo ni cuando va de potes
y pintxos por Donosti y Bilbao con su pupilo.
Mark se ha ido quemando lentamente a la par que lo hacían sus
ilusiones. En 2011 le vimos triste y en 2012, el australiano se deshacía
en nuestras manos como el dulce de carbón que regalan los Reyes Magos a
los niños malos cuando es insistentemente sobado…
Hace eones escribí algo sobre los pilotos
proletarios, sobre los peones de brega que hacen de este deporte un
santuario al que asomarse para olvidar lo perra que es la vida y aunque
hace tiempo que no miro atrás ni así me maten, juraría que dibujé tres
nombres: Robert (Kubica), Fernando (Alonso), y Mark (Webber), tres
individuos que a su manera han sabido estar a las duras y a las maduras,
que han hecho horas extras, que han trabajado los sábados y los
domingos, y que en definitiva han escogido incluso la chincheta con la
que el patrón les ha clavado en el corcho de recuerdos de la empresa, de
un pasado que siendo siempre mejor jamás volverá, y que supone el marco
adecuado para que sigamos creyendo en todo ésto.
Pero no me deshilacho. Mark moría definitivamente en Malasia, su pose
en la antesala del podio recordando a Adrian y a Sebastian la multi 21, sonaba a campanada de difuntos.
Leí algo sobre que se iba a correr Resistencia en el programa Porsche, mucho sobre que se había ido a hacer surf mientras el niño curraba en la fábrica, nada sobre lo que hablaron Ann y él, la contrachica del paddock y el héroe perpetuamente derrotado…
Mark llevaba tiempo pensándolo y ha lanzado su saeta esta misma
semana. Se va dejando su asiento libre no para que lo ocupe uno de esos
jabatos que pelean en Toro Rosso bajo el amparo del programa de Jóvenes Pilotos de Red Bull, sino para siente en él sus posaderas un hombre a la altura del gran Sebastian, un tipo que fabule en favor de la magia
de Milton Keynes y apoye la cruzada y le caiga bien al chiquillo más
chiquillo de toda la historia de la Fórmula 1, pues el alemán tiene
derecho de pernada y de elección, y de lo que haga falta, verbigracia
del gran Helmut Marko, su mentor y su sombra.
Mark huye hacia adelante, como los bienparidos felices, y lo mejor de
su historia lo ha proclamado el imberbe Christian Horner al admitir que
se enteró de la que le caía encima con una hora de antelación a que el aussie
anunciara que en 2014 estará definitivamente en Porsche, lejos de su
ecuanimidad y de la equidad que reparte Saturno entre sus hijas, antes
de ir devorándolas una a una porque es mayor y hay que entenderla, lejos
de la perfidia de Marko y sus cosas, y lejos, definitivamente, de un
caldo de cultivo que sólo produce ampollas si no te apellidas Vettel.
Suerte Mark, y recuerda que Dios protege con su manto a los niños y a
los locos, pero sobre todo a los atrevidos que reniegan de una realidad
ponzoñosa para decidir abrevar en el aire limpio que origina Ann a su
alrededor al pronunciar las palabras: Eres libre, cariño. Te quiero.
Hace muy bien Mark en irse de este desastre de F1. Los problemas de neumáticos serán los normales en una carrera de autos. Además, en Resistencia no es importante la salida...
ResponderEliminar