Este año sexta en el mundial de constructores, Sauber ha dado un nuevo paso adelante en aras de dominar esa zona media de la parrilla que está tanto o más disputada, que la que acostumbra a copar fotografías y titulares.
Se dice pronto, pero en 2008 la suiza compartió protagonismo con BMW en aquella idiotez de tirar a la basura un campeonato que podía haber sido el primero de Robert Kubica, quién sabe si habiendo servido de sortilegio para apartar al polaco de esa historia de lo rallyes en la que a punto estuvo de perder la vida hace no tanto, y que nos lo ha llevado lejos de la F1, a él, al narigón de Cracovia, a uno de los mejores pilotos y con mayor proyección de la última década.
Al siguiente, Sauber y BMW aún naufragaban juntos, y en 2010, la de Peter en solitario, protagonizó aquel sindiós que suponía seguir llamándose BMW-Sauber por cuestión de pelas, para llevar en las entrañas un propulsor Type 056 by Ferrari.
En fin, esta parte de la historia importa poco o nada, lo importante es que aquel mismo año de andadura huérfana, la de Hinwil obtenía como recompensa a su esfuerzo el octavo puesto final en el campeonato de marcas, y que doce meses más tarde, escalaba uno para ser séptima.
En 2012, lejos de lo que supone ser sexta escudería en parrilla, lo reseñable de Sauber es que ha ganado en identidad.
Ya no es aquella cuyos coches levantaban sospechas porque parecían Ferraris pintados de colorines y vestidos de Petronas, con los cuales Nick Heidfeld y Kimi Raikkonen, llegaron a lograr en 2001 la mejor posición de la aventura de la suiza en F1 (cuarta en el de constructores, el alemán obtenía la octava plaza en el de pilotos, y el finlandés hacía décimo), ni aquella otra que desapareció en todos los sentidos superada la mitad de la pasada década, bajo el pabellón azul, rojo y blanco, del mostacho de herr doktor Theissen.
Desde 2010 a esta parte, Sauber ha luchado por diferenciarse y a fe mía que lo está conseguiendo. Tal vez tengamos aquí una de las razones que explican lo inmaculado de su carrocería al inicio de su última etapa y cómo poco a poco se ha ido llenando de patrocinadores que parecen ocupar su espacio como pidiendo permiso, pero en todo caso, yo, personalmente, he superado el recelo inicial que me suscitaba el equipo de Peter el suizo, y hoy es el día en que tengo auténticas ganas de que su escudería (ahora liderada nominalmente por Monisha Kaltenborn), alcance en esta temporada que asoma ya las orejas, el estatus de pretendiente al título, al menos de la forma en que lo ha hecho Lotus.
Sería deseable ese pasito más para el patito feo que apunta a cisne, que en 2013, con el alemán Nico Hulkenberg y el mexicano Esteban Gutiérrez, pone en pista una buena excusa para sorprender a propios y extraños. En este sentido, luchar por el cuarto puesto en la general en vez de por el quinto, a poco que el C32 acompañe, supondría un lujo asiático para todos aquellos que aún creemos en los cuentos, a pesar de que en sentido estricto, su prosa y su letra, pertenezcan a lo más viejo del corazón de Europa y a la tradición más genuina del deporte del motor.
Os leo.
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