jueves, 5 de julio de 2012

¡Detened al Halcón Milenario!


El miedo que se le tiene a Red Bull me parece desmedido, aunque como es libre, tal cual decía aquél, lo mejor sería respetar la cautelas, ponerse el chaleco antibales y el casco de kevlar, por si acaso, aunque confieso que el cuerpo me pide hacer todo lo contrario, al menos hasta que dispongamos de mejores datos que los que obran en nuestro poder.

¿Razones? Bueno, pues la primera está en que el RB8 de Vettel no terminó la carrera en Valencia, y el de Webber, a pesar de despertar de su letargo cuando su compañero estaba fuera de combate, como si alguien desde el wall hubiera gritado aquello de «¡Trata de arrancarlo Mark, trata de arrancarlo…¡ ¡Trata de arrancarlo, por God!», tampoco es que destacara tanto, pues llegó cuarto en una prueba en la que hicieron mutis por el foro desde Sebastian hasta el tato (¡ey, que Fernando sólo se benefició de la rotura del alemán!).

La segunda surge a colación de la primera, ya que visto lo visto que pasó con el alternador, se podría suponer que el RS27 by Renault iba un poco al límite en la cita de hace once o doce días, de manera que resultaría del todo factible que tanto la motorista francesa como la escudería de la bebida energética se la hayan cogido con un papel de fumar más grueso que el que usaron en la ciudad del Turia, para encarar el resto de temporada, comenzando por un circuito como Silverstone, que sin duda es bastante más exigente con la mecánica que el español.

La tercera atiende a la vertiente psicológica de la cosa, algo sobredimensionada a mi modo de ver, ya que reconociendo que Red Bull mete mucho miedo desde que la biblia de todo esto, Autosport, la definiera en pretemporada como firme candidata a calzarse el tercer título consecutivo de marcas, y también el de pilotos, gracias fundamentalmente, a una magia que de momento ha ofrecido un saldo bastante rácano, lo cierto es que entre conjuro y conjuro, en la tabla de marcas, la de Horner sólo ha conseguido rascar 29 puntos de ventaja a McLaren, escudería que como todos sabemos no pasa por su mejor momento.

Tengo más razones, pero sería prolijo y cansino explicarlas todas una por una, así que con vuestro permiso mejor lo dejo para otro momento, pues a estas alturas del texto sospecho que ya se me intuyen las puntas de las orejas entre tanta letra, y es que volviendo al título, creo que lo conveniente sería razonar primero si el RB8 es efectivamente el imbatible Halcón Milenario que nos está vendiendo la prensa estas últimas semanas, o por el contrario, gozó en Valencia de una serie de circunstancias favorables que a la postre han atizado el miedo secular que desprenden las criaturas de Newey, cuestión a la que aludía en el párrafo anterior.

El Valencia Street Circuit no es muy exigente con la mecánica, terreno a priori bastante adecuado para que los by Renault fueran holgaditos y sacaran músculo, y por supuesto astillas de los neumáticos. Sin contar con el desatre de los alternadores que afectó a los coches de Vettel y Grosjean, y con la cazurrada de Pastor Maldonado, en líneas generales la teoría se aplicó siguiendo el guión previsto, con lo que podríamos afirmar que los coches de la austriaca tenían muchas posibilidades de ganar la plaza sin necesidad de hacer muchos esfuerzos. En otro orden de cosas, en el apartado aerodinámico, Valencia es un trazado de carga alta y aquí sabemos cómo se las gasta Adrian para afinar el lápiz, de manera que también podríamos decir que el circuito le venía bien encarado a Red Bull, y que podía resolverlo como hizo en Mónaco, entre otras cosas, porque los propulsores de los coches azules jugaban prácticamente en casa, sobre terreno llano, poco exigente en velocidad punta, con pocos lugares de profunda frenada y recuperación, y con abundancia de curvas adecuadas a las características de la plataforma Renault…

No me extiendo. Tal vez lleve razón Lewis Hamilton con lo que decía ayer o anteayer, y haya que detener efectivamente al Halcón Mileranio, pero de momento no lo creo, o mejor dicho, necesito verlo con mis propios ojos antes de volverme creyente, como Santo Tomás, no sea que la precipitación y el miedo a salir de nuevo escaldados, como en 2011, nos esté llevando a protagonizar un vulgar episodio de pánico.


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