Taxi driver

Para un taxista, la primera carrera siempre es la más complicada. Tiene que hacerse al coche, al recorrido, a la clientela, a los compañeros, a la soledad, a los agentes de policía de la zona, a las chicas de la centralita, al taxímetro, a la recaudación, y por supuesto a no cometer errores que pudieran llevarle en el peor de los casos a la cola del paro.

Kimi se estrenaba este fin de semana pasado, y aunque su coche era negro con vitola de oro y no amarillo, como mandan los cánones neoyorkinos, no desmereció ante lo que se le puede pedir a un taxista de pelo en pecho en sus dos primeras jornadas de trabajo.

Es cierto que el sábado supuso para el finladés de cabellos rubios un día para olvidar, porque entre que se habituaba al entorno y que al parecer no se aclaró con la radio, acabó dando con sus huesos en la décimo octava posición sin pasar de la Q1. Sin embargo, la pérdida de 5 puestos sufrida por Sergio Pérez debido a la sustitución de la caja de cambios de su Sauber, vendría a paliar ligeramente su situación permitiéndole recuperar una plaza, lugar desde el que salió definitivamente el domingo para iniciar su segunda etapa como taxista, sin mayores contratiempos, porque Raikkonen ya había ejercido de chauffeur mercenario en otro tiempo y en otro lugar, por supuesto, vistiendo otros colores en su chaquetilla.

Kimi hizo una buena salida en la que recuperó algunos puestos antes de que se activara el DRS, para avanzar a partir de ahí lentamente pero con consistencia, y como la cabra que siempre busca el monte, para encontrarse cómodo algo más tarde, como cuando se dormía sobre un Ferrari, hasta el punto de que pudo vérsele con el codo por fuera del habitáculo, comentando la actualidad económica y política, hablando de los goles del partido del sábado, departiendo tranquilamente por la radio mientras desempeñaba su trabajo absolutamente ajeno al pasajero que llevaba en el asiento de atrás, o en su caso, a si éste estaba vacío.

Después de la carrera, comentándola mientras desayunaba, quien me dijo que Kimi parecía un taxista también me preguntó cómo es posible que un tipo que va a 200 por hora pueda conducir a tope y comentar a la vez los chascarrilos de la prueba. 

Que si por qué me sacan banderas azules, que si el coche de delante supone un peligro... ¿Magia, buscamos magia en la F1? La magia está ahí, siempre ha estado ahí, y el taxi driver finlandés es el mejor exponente de la calidad sobrehumana que tienen estos tipos, capaces de luchar por un puñado de puntos mientras sujetan el farias entre los labios y el volante de su viejo Checker con una sola mano.

Os leo.