Muchas veces me pregunto para qué sirve un monoplaza si no se rompe salvo que medie un accidente.
Sé perfectamente que no estoy solo en esto, y que puede parecer incluso, que mencionar la a mi modo de ver insdispensable vulnerabilidad de los vehículos no venga a cuento en el actual entorno de la F1, marcado por la búsqueda impenitente del salto mortal deportivo a pesar del propio deporte; pero bien que viene, porque la bendita marca propiedad de Bernie Ecclestone va vendiendo por el mundo entero la excelencia automovilística, el máximo, el top, el no va más en cuanto a tecnología aplicada a la competición se refiere, y si en su seno nada dice basta, como viene ocurriendo, resulta de perogrullo sospechar que no se están rozando siquiera los límites del asunto, en contra de lo que se pregona.
Acabamos de salir de un G.P. de Europa en el que no ha habido ni un miserable abandono. Mucha regla del 107% y mucha gaita, pero todas las chicanes móviles cruzaban la meta valenciana, en procesión, eso sí, tras los que suelen ahorrar unos dólares de sus presupuestos mientras deleitan los paladares de sus patrocinadores en la zona VIP, y por supuesto de los que se supone que dan siempre el todo por el todo, así tuvieran que dejarse las tuercas sobre el piso...
Total, que como pasaba con aquellos frigoríficos y lavadoras que se hacían antaño y ya no se hacen, que duraban casi más que sus dueños y que uno se hartaba de ver en sus respectivos huecos de la cocina, con tanta perennidad como hay suelta, lo que percibe el aficionado puede ser considerado como cualquier cosa menos como un espectáculo tenso.
Las sombras sobre la resistencia mecánica se han ausentado por completo y hay que pagar la factura. Por no haber, ya no hay ni dudas de que sobrarán los litros de combustible que miran con lupa los comisarios después de cada carrera, y eso que nos vendieron la moto de que con lo de los tanques impuestos en 2010, grandotes ellos, íbamos a disfrutar como jabatos viendo cómo a más de un piloto se le helaba la sangre en las últimas vueltas al circuito.
El umbral de incertidumbre necesario para que un deporte resulte atractivo se ha evaporado en la moderna F1, y si el asunto podría ser grave en otros entornos, en el nuestro debería ser considerado delito, pues aquí la máquina y el hombre forman casi un todo.
Así, ingenuamente se alaba el trabajo de unos ingenieros que en el fondo se juegan poco porque el reglamento técnico les ofrece un enorme colchón garantista que aprovechan hasta la naúsea, y que por ello brillan en el paddock como auténticas estrellas, mientras se olvida que la F1 significaba algo muy diferente hasta hace relativamente poco, gracias a que su tradición se forjó sobre los hombros de unos hombres que desde sus respectivos tableros y lápices diseñaron sus máquinas y engendros, asumiendo que podían quebrarse porque alcanzaban a tocar realmente los límites tanto físicos como normativos de la máxima categoría de competición en monoplazas; a los que exprimieron sus ideas vuelta a vuelta, hasta que cedían o escapaban por los pelos del coma; y aún a la de aquellos que supieron cuidarlas con mimo quirúrgico hasta lograr cumplir el objetivo previsto.
No es extraño, por tanto, que tal y como están las cosas, los modernos milagros nos resulten tan baratos. Hace mucho que no asistimos a uno auténtico.
Sé perfectamente que no estoy solo en esto, y que puede parecer incluso, que mencionar la a mi modo de ver insdispensable vulnerabilidad de los vehículos no venga a cuento en el actual entorno de la F1, marcado por la búsqueda impenitente del salto mortal deportivo a pesar del propio deporte; pero bien que viene, porque la bendita marca propiedad de Bernie Ecclestone va vendiendo por el mundo entero la excelencia automovilística, el máximo, el top, el no va más en cuanto a tecnología aplicada a la competición se refiere, y si en su seno nada dice basta, como viene ocurriendo, resulta de perogrullo sospechar que no se están rozando siquiera los límites del asunto, en contra de lo que se pregona.
Acabamos de salir de un G.P. de Europa en el que no ha habido ni un miserable abandono. Mucha regla del 107% y mucha gaita, pero todas las chicanes móviles cruzaban la meta valenciana, en procesión, eso sí, tras los que suelen ahorrar unos dólares de sus presupuestos mientras deleitan los paladares de sus patrocinadores en la zona VIP, y por supuesto de los que se supone que dan siempre el todo por el todo, así tuvieran que dejarse las tuercas sobre el piso...
Total, que como pasaba con aquellos frigoríficos y lavadoras que se hacían antaño y ya no se hacen, que duraban casi más que sus dueños y que uno se hartaba de ver en sus respectivos huecos de la cocina, con tanta perennidad como hay suelta, lo que percibe el aficionado puede ser considerado como cualquier cosa menos como un espectáculo tenso.
Las sombras sobre la resistencia mecánica se han ausentado por completo y hay que pagar la factura. Por no haber, ya no hay ni dudas de que sobrarán los litros de combustible que miran con lupa los comisarios después de cada carrera, y eso que nos vendieron la moto de que con lo de los tanques impuestos en 2010, grandotes ellos, íbamos a disfrutar como jabatos viendo cómo a más de un piloto se le helaba la sangre en las últimas vueltas al circuito.
El umbral de incertidumbre necesario para que un deporte resulte atractivo se ha evaporado en la moderna F1, y si el asunto podría ser grave en otros entornos, en el nuestro debería ser considerado delito, pues aquí la máquina y el hombre forman casi un todo.
Así, ingenuamente se alaba el trabajo de unos ingenieros que en el fondo se juegan poco porque el reglamento técnico les ofrece un enorme colchón garantista que aprovechan hasta la naúsea, y que por ello brillan en el paddock como auténticas estrellas, mientras se olvida que la F1 significaba algo muy diferente hasta hace relativamente poco, gracias a que su tradición se forjó sobre los hombros de unos hombres que desde sus respectivos tableros y lápices diseñaron sus máquinas y engendros, asumiendo que podían quebrarse porque alcanzaban a tocar realmente los límites tanto físicos como normativos de la máxima categoría de competición en monoplazas; a los que exprimieron sus ideas vuelta a vuelta, hasta que cedían o escapaban por los pelos del coma; y aún a la de aquellos que supieron cuidarlas con mimo quirúrgico hasta lograr cumplir el objetivo previsto.
No es extraño, por tanto, que tal y como están las cosas, los modernos milagros nos resulten tan baratos. Hace mucho que no asistimos a uno auténtico.
No me preguntéis por qué escribo tan rápido XDDDDD A veces doy salida a dos o tres ideas en el mismo día, aunque las dejo programadas XDDDDDD
ResponderEliminarOs leo ;)
Jose
Como en cada entrada tuya, no entiendo un C@%# de que estas hablando, saludos.
ResponderEliminarYo sí que te entiendo perfectamente. Esta F1 ha quitado de la ecuación las roturas mecánicas que eran una variable más del juego. Esas carreras eran más emocionantes porque nunca sabías a quién le tocaría la lotería del abandono. Y como apuntas muy bien, la única explicación es que los ingenieros tienen tanto margen para jugar que ya no arriesgan en absoluto con la flexibilidad de los materiales. Un caso claro es la limitación de revoluciones del motor.
ResponderEliminarUn abrazo!
Las nuevas hiperfiguras imberbes que inundan el paddock y ganan títulos nada más llegar a la F1, necesitan que alguien proteja sus monturas de sus imputes juveniles.
ResponderEliminarEjemplos: Las limitaciones de revoluciones del motor, para que su inexperiencia no los queme, las ruedas de madera puentepiedra, para que sus estilos agresivos no sean impedimento, los trazados tilkdianos para que no se salgan, ... y las ayuditas que de vez en cuando otorgan a algún equipo en forma de comisarios excesivamente permisivos con "innovaciones" técnicas que a otros no se les permitieron.
Esto está orquestado desde hace tiempo. Es un espectáculo con una base deportiva pero espectáculo. Necesitan una parrilla donde compitan siete campeones del mundo a la vez para que el espectáculo sea completo y a fabricarlos se están dedicando en cuerpo y espíritu del reglamento.
Sinceramente, resulta divertido ver los adelantamientos, los pitstops y todo eso, pero esto no es F1. Esto es el pressing-catch sobre ruedas. Está todo decidido antes de que los equipos pongan sus hospitalitys en el circuito.
Es divertido pero no es deporte y mucho menos una competición deportiva.
Buenas tardes.
ResponderEliminarAnónimo ;) Gracias por el aviso ;)
Interlagos ;) Lo de los motores clama al cielo. Antes se rompía un motor y no pasaba nada porque iba en la nómina. Rompió Red Bull en Corea y parecía que se había desbordado el Danuvio XDDDDD
Anónimo ;) Con tu permiso ratifico todo lo dicho, sin atreverme a cambiar una coma ;)
Un abrazote
Jose