Disputar una carrera en el comienzo mismo de una guerra es un avatar que habría hecho inmensamente rico a quien hubiese apostado por él, si hiciese el caso, lógicamente, porque sobre estas cosas dudo mucho que se apueste. Pero sucedió el primer fin de semana de septiembre de 1939 en Belgrado, os cuento:
Con ocasión de la mayoría de edad del heredero al trono yugoslavo la capital se dispuso a celebrarlo con una serie de actos entre los que se encontraban algunas pruebas deportivas, y puesto que los Grand Prix de la época estaban muy en boga nada mejor que apañarse uno para redondear la fiesta. El problema estaba en que Hitler tenía previsto para las mismas fechas otro tipo de festival, sin duda más ruidoso y grave para la Humanidad, pero no adelantemos acontecimientos.
Las guerras no se desatan así como así, vaya por delante. A pesar de que somos mucho de leer la historia de forma lineal, existen prólogos a los acontecimientos y secuelas que duran décadas. En este sentido, el país balcánico en 1939 no se portó de manera negligente pues en cierto modo se sentía seguro a pesar de que media Europa ya imaginaba por dónde iba a salir el Führer. El hecho histórico es que no entra en el conflicto hasta 1941 pues se mantuvo neutral hasta esa fecha aunque dejando hacer a los nazis un poco de Pedro por su casa en su territorio. Pero seguimos en 1939 y Yugoslavia andaba a lo suyo mientras Roma, por ejemplo, acababa de cerrar las fronteras italianas porque manejaba información confidencial.
El caso es que el Grand Prix de Belgrado tuvo sus entrenamientos y se iba desarrollando con cierta tranquilidad hasta que el viernes 1 de septiembre Alemania iniciaba la invasión de Polonia, lo que pilló a los presentes con el pie cambiado.
Tras la inevitable incertidumbre y algunas reuniones entre los equipos, la mayoría de ellos decidieron volverse a casa por si las cosas se ponían más crudas, quedando para disputar la carrera dos Auto-Union, dos Mercedes-Benz, y el Bugatti del piloto local Milenkovic. Las autoridades no querían ni por asomo molestar a Berlín, de forma que en vez de cancelar la cita siguieron con ella adelante, como si no sucediese nada, y el domingo día 3 se celebró en el circuito urbano de Kalemegdan Park con abundantísima presencia de público ya que este había sido exortado a jalear a los pilotos para mayor gloria y regocijo del jovencísimo rey Pedro II.
Ganó Tazio Nuvolari sobre Auto-Union, quien llegó al trazado sin conocerlo y perdiéndose los primeros entrenamientos, aunque prácticamente después de haber recogido su copa y recibido el baño de vítores de los congregados partió hacia Italia. En realidad, Kalemegdan parecía un desierto a media tarde. Equipos, mecánicos y pilotos habían salido hacia sus respectivos países como alma que lleva el diablo.
Os leo.
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