domingo, 3 de noviembre de 2024

El barro


Bastante tiene Valencia con sufrir la inmensidad de su tragedia como para que vengan algunos a intermediar en ella planteando falsas dicotomías entre patriotismo e ideología.

Sabéis de sobra de qué pie cojeo como para veniros ahora con verónicas. Anoche me quité de encima a uno de esos individuos que dice en público lo mucho que me admira pero no ha compartido un texto mío desde que le conozco, supongo que por no buscarse enemistades entre sus amigos. La melifluidad nos engulle y hay momentos en que conviene trazar un punto y aparte porque moñas bienintencionados es, precisamente, lo que nos sobra.

La empatía es un don que llevo con orgullo sobre mi cabeza, pero hay veces que no toca usarla, que conviene no utilizarla, sobre todo cuando estamos viendo tanta gente que lo ha perdido todo, incluso la esperanza, y aún así hay buitres planeando sobre su desgracia por ver si pillan cacho para sus likes y sus mierdas.

Las riadas que nutrían la Albufera como las crecidas del Nilo hacían con su delta y riberas, han desembocado en 2024 en una brutalidad de tamaño drama bíblico, y aunque tengo a todos mis amigos localizados y a salvo, no pretendo desperdiciar esta entrada escribiendo sobre los abundantes imbéciles que siguen haciendo de correa de transmisión de una ideología, ahora sí, que está en el epicentro del desastre de estos días, y sí, quiero mandar a los valencianos todo mi aliento por si les hiciera falta agarrarse a algo, en estos instantes en que el fango lo anega todo y, al barro de las riadas, se suma el que provocan los numerosos bobos que no saben ni por dónde les da el aire pero hacen de colaboradores necesarios.

¡Os quiero!

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