domingo, 6 de octubre de 2024

Y Dios te olvidó


El 5 de octubre de 2014 se paró el cronómetro y a mí se me rompió algo dentro que aún no ha curado. Han pasado diez años y, lejos de los peligros de exponerse al cinismo reinante aquellos días, hay quien pregunta ingenuamente por qué una prueba tasada a 53 vueltas se canceló nueve giros antes. Llovía a mares y la visibilidad era pésima, además, dicen los que responden, el accidente de Jules pesaba en el ánimo de toda la parrilla y resultó aconsejable darla por terminada mientras se extraía al piloto de su monoplaza...

Esa pregunta y otras de idéntico calado nos hicimos algunos aquella tarde horrenda y durante las jornadas siguientes, semanas, meses tal vez. Si la visibilidad era prácticamente nula y llovía a raudales en la vuelta 44, momento en que se decretó el final de aquel Gran Premio de Japón, dos antes no era mejor, aunque Dirección de Carrera consideró oportuno marcar doble amarilla sólo al final del sector 1 de Suzuka y permitir que una grúa mecanizada de cuatro toneladas y media saliera a la escapatoria para rescatar el Sauber de Adrian Sutil.

En el giro 42 las condiciones meteorológicas eran cuando menos idénticas a las del 44, aunque Charlie Whiting pensó que no existían razones para cancelar la prueba, ni neutralizarla por precaución a partir del incidente de Sutil que acabó con su monoplaza en las barreras. 

El británico tampoco valoró la posibilidad de decretar una bandera amarilla en todo el circuito, sacar el Safety Car y poner en máxima alerta a todos los equipos para que hicieran lo propio con sus hombres en pista. Whiting tenía prisa porque acabara aquel infierno con el tifón Phanfone encima, que se había metido casi en el ocaso japonés con el drenaje de la pista incapaz de absorber tanta agua. Quiso ser Dios, se puso a jugar a los dados, y fue Bianchi quien, circulando demasiado rápido, no pudo frenar cuando su Marussia pisó una zona anegada e hizo aquaplaning.

El caso es que la FIA puso al frente de la comisión que analizó el accidente al mismo individuo que había minusvalorado los riesgos, todos los riesgos, y, además, había consentido que una grúa saliera a la escapatoria convertida en una trampa mortal; el mismo personaje que dio luz verde para que se celebrara una cita que jamás debía haberse disputado porque no existían condiciones para hacerlo. Negligencia tras negligencia, Whiting encontró un responsable y para sorpresa de nadie no fue él...

Marussia no alertó a su piloto y éste desatendió la doble amarilla, punto final, de manera que Bianchi, aquella tarde, comenzó a morir para completar su viaje a la nada en julio del año siguiente, bajo su estricta responsabilidad, of course!

Por increíble que parezca esta tesis sigue siendo la más arraigada, todavía hoy. 

Las televisiones mandan y había que iniciar el Gran Premio sí o sí (sic), aunque fuese bajo los efectos de un ciclón tropical. Entre una bandera roja o la presencia del Safety Car y una señal de doble amarilla, hay un abanico tan grande de posibilidades que incluso se entiende que Charlie eligiera la opción menos lesiva para el horario previsto para la carrera, a pesar del estado del asfalto y la nula visibilidad (sic). El piloto es siempre responsable de sus actos (sic), como Gasly, cuando yendo a toda pastilla para reincorporarse al pelotón, descubrió sin tiempo para frenar otra grúa en otra escapatoria de Suzuka en 2022...

Os juro que no me molesta tanto que Charlie Whiting valorara y juzgara aquel asunto, y se declarara inocente de toda culpa, como que la gente tenga tragaderas tan amplias como para aceptar un pulpo tan grande como animal de compañía.

Y sí, ruego a Dios que Jules, mientras sentía cómo perdía el tren delantero el contacto con el suelo, instantes antes del brutal impacto, siguiera pensando en que nada le iba a suceder, porque quien velaba por su seguridad estaba haciendo bien su trabajo y la masa a su izquierda no podía ser una grúa que nunca debió estar allí porque al diablo se le ocurriría.

Os leo.

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