Ya tenemos el tradicional «mejor esperar» para ocultar que la propuesta de coches del 26 no está generando ni fu ni fa e incluso ha puesto en guardia a magos como Adrian Newey.
Ante este tipo de preguntas a mí me sale de muy hondo saber a qué coño hay que esperar, no sea que esperando, esperando, nos den 2027 o 2028 y empecemos a maldecir lo que no está escrito porque ha empeorado la cosa y hay que seguir bajando la altura del fondo curvado con respecto al suelo, o subiéndola, o porque descubrimos que no desaparece el marsopeo, o que la nueva formulación al respecto de las unidades de potencia sólo produce quebraderos de cabeza, fallos en pista y penalizaciones por sustitución de componentes, etcétera.
Una buena forma de convencerme sería ver rodar la propuesta FIA en formación de combate, sin forzar, obviamente, permitiéndonos apreciar cómo es eso de que mejorará el sonido o la utilidad de los alerones variables. No sé, algo palpable con lo que irse feliz a la cama, que esta gente gana muchísimos dólares y sería exigible algo más que compromisos que se los lleva el viento y cuatro renders para que el paganini se haga una idea de por dónde van a ir los tiros.
Tal y como está ahora mismo el asunto diría que le faltan algunas horas de horno y que se nota demasiado. Demasiado, digo, como para confiar con los ojos cerrados en que todo vaya a ir bien.
Yo, desde luego, no voy a esperar, porque no me pagan por hacerlo ni mucho menos por haceros creer que la mejor opción es callar hasta saborear la manzana que están cocinando. Tantas veces la han servido tocada o con gusano, que ando bastante escaldado con las promesas de Liberty Media y la FIA —con Bernie tampoco fue mejor, la verdad—. Esto va de consumir el mejor espectáculo del mundo sobre cuatro ruedas, de pagar por disfrutarlo, y no voy a ser tan tontainas de creer a quien me quiere vender un mulo viejo como si fuera un joven alazán, ni a quienes se han puesto en modo preventivo y solicitan paciencia porque saben de sobra cómo terminan estas historias.
Os leo.
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