Me he despertado razonablemente temprano, he saludado al día desde el patio, con mi tacita de café humeante en la mano, y, dispuesto a comerme el mundo, he comenzado a buscar catrinas en Internet por aquello de que estamos en semana del Hermanos Rodríguez y alegría desbordada en Ciudad de México... Bueno, también le he susurrado a Checo desde la distancia, así, como con rabia: ¡Hazlo, cabrón. Hazlo!
El caso es que Google rebosa catrinas realizadas con Inteligencia Artificial y, obviamente, no me ha satisfecho ninguna. Tengo paladar fino para ciertas cosas, para muchas, y, desde luego, las simetrías y las superficies frías no me tiran absolutamente nada. Pero me bullía en la cabeza escribir algo sobre los contrastes en nuestro deporte, sobre el Magdalena Mixhuca y los caprichos de don Adolfo López Mateos, con alguna inevitable referencia a Carlos Fuentes y su Gringo Viejo.
Estaba en ello cuando el algoritmo ha considerado que podía satisfacer mis anhelos el tipo cuyo primer plano decora esta entrada. Musk no tiene mucho de catrina, la verdad, aunque como contraste entre el presente y el pasado se le pueden dar algunas vueltas.
Un individuo que se compra una red social para convertirla en plataforma propagandística de un atorrante como Donald Trump, es un antiguo de cojones, pero de los de látigo y revólver al cinto, por acotar. Si el hombre insiste en hacer como que no pasa nada mientras anunciantes y plebe se largan a paladas y su invento literalmente se deshace, además de antiguo podríase decir que no se entera de nada o no quiere enterarse. Si, para colmo, va de demócrata pero entiende que la democracia consiste en comprar votos a los lápices menos afilados del estuche, amén de antiguo que no pisa realidad se le puede considerar un peligro...
López Mateos también tenía carácter mesiánico según los que lo frecuentaban, visionario, que se dice ahora, pero al menos hizo algo constructivo para los aficionados a las pruebas de bólidos, que no es poco tal y como va la película. En vez de andar cerrando México al tráfico rodado para que sus amigos y él disputaran carreras nocturnas, apoyó que se levantara una ciudad deportiva para el pueblo, que, de rondón, albergaba un circuito con un curvón alucinante, la Peraltada.
Conocer la historia supone conocernos a nosotros mismos. Elon Musk no sabe de esto, obviamente, pero el coño algoritmo de Google sí ha ido dos o tres pasos por delante cuando me ha ofrecido el careto del gurú entre tanta catrina by AI. A partir de ahora haré búsquedas armado con mi Beretta 92F de bolitas, por precaución, no más.
Os leo.
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