Mi hermano Julián habría cumplido hoy setenta y tres años y estoy pensado en que a esta lata de sardinas espacial le vendrían bien un par de manos de pintura, bueno, eso y antes algo de saneamiento del metal, siquiera para que cuando atraviese la atmósfera y entre en combustión, los escombros que se salven puedan pasar la prueba del algodón.
Esto de estar limpio por dentro y por fuera suponía una auténtica obsesión para mi abuela María, pero no por higiene, que también, obviamente, sino por si te ocurría algo no llegaras al cuarto de socorro o el hospital y te pudieran reprochar una mota de polvo...
Reíros, pero antiguamente estas cosas ayudaban a construir tu realidad, y, como el Pisuerga sigue pasando por Valladolid, además de en mi hermano y en el adecentamiento urgente de la estación, pienso también en si a nuestra Fórmula 1 le pasase algo qué podríamos llegar a encontrar entre sus restos. No pretendo alarmaros ni nada por el estilo, menos hoy, pero tampoco quiero imaginarme el panorama con tanta basura como amontonamos bajo la alfombra.
Os leo.
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