lunes, 8 de julio de 2024

Los Stradivarius suenan divinamente


Eliminando del metraje las llantinas y alegrías previas a la ceremonia del podio —algunas escenas de Love Actually me resultaron más llevaderas—, el Gran Premio de Gran Bretaña estuvo francamente bien.

También es verdad que podría ponerme tensito y recordar que faltaron Leclerc y Russell, o que McLaren anduvo desentonada en el tercio final y a Verstappen le faltaron dos, quizás dos vueltas y media para haber hecho puré el Retorno del Rey, pero fue bonito así. 

El deporte es británico de pura cepa ¡pues porque sí!, que cantaba Calle 13 y a Hamilton había que despedirle de Mercedes AMG en olor de multitudes, y nada menos que en el sancta sanctorum de Silverstone y con un W15 que, ¡por fin!, no era la shit habitual en manos del astro inglés.

Me divertí, lo confieso. La prueba estuvo jaleada y disputada, y hasta sus últimos instantes no hubo certeza de que Lewis se llevaba el gato al agua; vamos, que se mantuvo el hype hasta la bandera a cuadros. Y es que pones lluvia por momentos, dejas a la gente hacer de su capa un sayo, y te sale una disputa que colma con creces lo exigible a cualquier carrera de F1, con los Stradivarius sonando divinamente mientras los maestros luchan frenéticos por dar lo mejor de sí.

Os leo.

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