El retorno a Albert Park sabe tan distinto según a quien preguntes, que cabría apostar la mano con que dibujo a que hay tantos Melbourne como corazones lo han sentido al menos una vez en la vida, ojos que lo vieron, narices que olieron, oídos que escucharon el rumor del oleaje rompiendo en sus playas o manos que continúan acariciando sueños...
Tap, tap-tap, tap-tap-tap. El poderoso avanzar del canguro sobre la arena blanca anuncia el primer Gran Premio serio de la temporada, la llegada de la Fórmula 1 al reino sagrado del didgeridoo cuando la primavera apenas balbucea y llaman a la puerta el Abril Encantado de Lourdes y el cumpleaños de Josu, y, tan sólo cuatro días después, salpicará la atmósfera de motas de color el silencioso aletear de las mariposas. Toca apurar marzo y madrugar, dos sacrificios asequibles con tal de volver a ver ganar a Max.
Os leo.
Si madrugaste, felicitaciones aunque equivocaras el augurio. Como la F1 actual me duerme, incluso de día, tiré a poder ver la carrera lo más despierto posible y me decidí por el diferido. Con eso me gané que me hicieran el puto spoiler en cuanto abrí el móvil. Algunos madrugadores son así de h*******s.
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