martes, 19 de marzo de 2024

Más allá de la arena


Con quitarme de encima el polvo de sílice me doy por satisfecho. El Dakar, Bahrein y Arabia Saudí, ¡toma ya!, ¡parecía que no salíamos de Arrakis!, y mejor no doy ideas, lo sé, pues es mentar en regalo envenenado que hizo el Emperador a la Casa Atreides y pensar que, entre la propuesta de peraltada a setenta metros de altura en pleno parque temático de Qiddiya y las sartenadas que toca leer últimamente, sólo nos faltaba contar con gusanos de arena velando por el obligado cumplimiento de no superar los límites de pista. 

Me lo disculpáis, pero acabo de salir hoy mismo de un trabajo de esos que ayudan a llegar a fin de mes y apenas dejan rastro, salvo, acaso, la honda satisfacción que produce haber enviado la factura y que el cliente no haya puesto ni una pega...

Alguno se estará riendo en estos instantes —mi cliente no, desde luego—. ¿Dónde acabará esta entrada que ha comenzado Jose refiriendo a Dune? Pues lo desconozco, para qué vamos a engañarnos si nos hablamos de tú a tú desde hace tanto, aunque seguro que llegamos a Melbourne como poco, pues ya tenemos la estampita correspondiente y así resulta complicado rescatar a los chiquillos de ese horizonte de sucesos de cuya singularidad son incapaces de escapar, donde preguntan con redundancia infantil ¿qué tiene la F1 para ser considerada la máxima expresión del motorsport?

Básicamente todo consiste en que los críos y muchos talluditos que deberían hacérselo mirar, no saben vivir sin comparar con la Fórmula 1 sus respectivas disciplinas preferidas, lo que aporta mayor valor añadido a nuestra actividad y la sustantiva como vértice superior del esquema, incluso en etapas tan tristonas en lo deportivo como la que estamos viviendo desde hace décadas. 

A resultas de todo esto, por un lado tenemos a los próximos dueños de la explotación de derechos soñando con gilipolleces bizarras —usad con los saudíes la acepción del termino «bizarro» que apunta el Collins, please!—, y, por otro, a Roger Penske salivando porque alguien le haga a él una oferta de 20.000.000.000 de dólares con la que comenzar a negociar...

No me extiendo. Esto es como es, y sólo aquí cabe que se convierta en reseñable que Damon Hill muestre sus respetos a un trozo de mármol que recuerda a Ayrton en la sección Senna de Albert Park. Prost se queja del poco impacto que ha tenido su dilatada vida sobre las pistas, y con razón, porque había que verlo en su etapa en Renault, antes de que aprendiera los rudimentos de la calculadora de manos de Niki Lauda y los ingleses eligieran al brasileño como niña de sus ojos porque era la única manera de oponerse al dominio francés, ya que Nigel Mansell nunca dio el tipo como héroe de masas.

El Kwisatz Haderach ha levantado su copa en honor del Duque Leto Atreides, su padre, a pesar de que resulta complicado a día de hoy que alguien lo entienda. Paul se sabía aquello del «No debo tener miedo; el miedo mata la mente...», pero ya nadie escucha la letanía de las Bene Gesserit ni pone oídos a la música que sigue susurrando que no hay nada como la Fórmula 1.

Os leo.

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