Giovanni Canestrini es, seguramente, y junto a Tazio Nuvolari y Enzo Ferrari, uno de los representantes más conocidos y respetados del automovilismo deportivo italiano, y su obra Una vita con le corse (Edizioni Calderini, 1962), uno de los trabajos que más ha «inspirado» a escritores y periodistas de todo el orbe, a la hora de hablar o profundizar en el legado de Italia en el motorsport.
Lo cierto es que la propia vida del autor da para bastante más de lo que aporta su libro, centrado en un periodo concreto de su exitosa experiencia profesional, que abarca más o menos 30 años, ya que, apoyando a los pilotos Renzo Castagneto, Franco Mazzotti y Aymo Maggi, Canestrini fue uno de los promotores de la loca idea de disputar una carrera por las rutas de la Emilia-Romagna y la Toscana, de 1.000 millas de distancia entre ida y vuelta hasta Roma, dando lugar a la mítica Mille Miglia, que partía y tenía su meta en la bellísima ciudad de Brescia.
Periodista en la Gazzeta dello Sport al poco de haber llegado Benito Mussolini al poder, y pieza clave de la llegada del Chueco a Europa [Fangio. Casualidad o causalidad (Edgardo S. Berg)], su literatura está impregnada del poderío característico que mandó imprimir Il Duce a su prensa deportiva, que posteriormente fue copiado por Hitler en sus programas propagandísticos —el deportista como héroe de masas y ejemplo de valores para las muchedumbres—, aunque en el caso de Una vita con le corse no supone ninguna traba, ya que la profunda y enorme cultura de Canestrini logra convertir el viejo vicio de servir al ideario político en una suerte de delicado tallado del mármol, en el que los héroes y la épica de las pruebas afloran con naturalidad.
La obra que traemos hoy a Nürbu, y tengo ahora a mi lado mientras escribo, se corresponde a la edición que realizó Editorial Blume en 1969 gracias a la labor de traducción de Esteban Riambau, titulada igual que esta entrada: Una vida en las carreras.
Son 350 páginas de viaje apasionante por un mundo ya desaparecido pero igualmente vigente. El piloto y su máquina intentando imponerse sobre los rivales a cambio de una gloria efímera, la fama total o el dinero, en circuitos de pocos kilómetros o en los interminables horizontes que proponían la Mille Miglia o la Panamericana...
No me extiendo. Veo que está complicado de conseguir pero es un volumen que merece mucho la pena, por lo que aporta como contexto histórico a nuestra visión del automovilismo, obvio, ¿no?, y por cómo nos aclara que el periodismo ha modificado su perspectiva sobre el deporte, cosa que nos afecta como aficionados aunque demasiadas veces le demos nula importancia.
Os leo.
Hola Josete, gran descripción de uno de los personajes que forjaron y acompañaron al automovilismo italiano entre los años 20 y 50 del siglo pasado. Un gran abrazo y sinceras felicitaciones.
ResponderEliminarEdgard!!
ResponderEliminarGracias por la parte que me toca. Encontré una caja en el estudio rebosante de viejas lecturas y mejores recuerdos y tocaba ir compartiéndolas.
Abrazote largo y besas de mi parte a las chicas <3<3<3
Jose
Compañeros,
ResponderEliminaral hilo de las Mille Miglia, os quisiera recomendar la película “Ferrari” de Michael Mann, donde la carrera, supone el punto culminante de la trama.
A pesar de las criticas negativas, me parece una película muy recomendable para los aficionados al automovilismo histórico. Es cierto que la película se centra en un momento muy concreto de la vida de Enzo Ferrari (1957) y que se trata de dar una visión global del personaje, no sólo del ámbito deportivo. En mi opinión, creo que se logra dar una imagen que podría acercarse bastante a la realidad del personaje del “Commendatore”. Supongo que hay errores históricos, por ejemplo, no me queda claro si la pareja de Castellotti en la película, alude al personaje real de Fiamma Breschi que en realidad fue la pareja de Luigi Musso (toda una historia por si misma).
En cualquier caso, a mi parecer queda claro el amor de Michael Mann por los coches en general y por Ferrari en concreto, el inicio de la película en ese sentido me resulta magistral.
Por cierto, a destacar la presencia de los españoles con Fon de Portago como protagonista y el propio Marc Gené con un pequeño pero precioso papel.
Saliudos