El anuncio de que ésta sería la última temporada de Extreme E y las recientes noticias sobre la retirada del campeonato, con efecto inmediato, de los equipos X44 y Chip Ganassi/GMC, sumado a la anunciada salida de Cupra (Grupo Volkswagen) a finales de 2023, han dado lugar a un extraño escenario en el que nadie se atreve a abrir el melón del peligroso trayecto que sigue el motorsport desde que aceptó que era buena idea convertirse en juguete de los fabricantes.
Las marcas aportan visibilidad extra y aseguran un razonable y codiciado compromiso de evolución, pero una vez logran sus objetivos, o cuando comprenden que no los van a alcanzar, toman las de Villadiego con una facilidad pasmosa, dejando a las categorías donde participan con una mano delante y otra detrás.
El Dieselgate afectó en línea de flotación al WEC y dañó el DTM, por ejemplo. En Formula 1 ya hemos visto lo caro que nos está saliendo haber seguido el camino de la hibridación iniciado antes de 2014...
La situación que atraviesa la Extreme E en su última sesión antes del estreno de Extreme H en 2025, quizás no se deba tanto a la persecución que sufren los SUV (Sports Utility Vehicle) por la normativa europea o el horizonte de la Agenda 2030, como al error de cálculo que pudieron cometer el desaparecido Gil de Ferran y Alejandro Agag cuando decidieron ofrecer un nuevo y bonito juguete al que la industria ha dado la espalda demasiado pronto.
Os leo.
Alguna lección van aprendiendo del collejón que se llevó la Budweiser.
ResponderEliminarPuedes empujar la de Overton sólo hasta que cruja. Cuando la transgresión y la desfachatez se vuelve insoportable, discreta recogida de cable antes de que sea demasiado tarde.