Gracias a Dios sigo siendo un ingenuo de tomo y lomo, y, en consecuencia, me las suelen dar con queso.
Sí, yo también era de los que creía, hace doce meses [La liebre (Red Bull)], que a la de Milton Keynes le acabaría pasando factura la reducción de un 10% de uso de túnel de viento, sanción a la que fue condenada en octubre de 2022 por superar el límite presupuestario, pero se ve que la cosa seguía dando para mucho con abonar la multa correspondiente y recortar un puñado de horas dentro del ventilador.
El RB19 nos salió excelso, deslumbrante, canallita, y con Max en el habitáculo todavía más —con Checo el asunto resultó sutilmente diferente—, lo que a la postre definió una sesión dominante de esas que gustan tanto a los especialistas y aficionados si las firman Senna, Schumacher, Vettel o Hamilton, pero lleva a arrugar el entrecejo y hacer un mohín de rechazo si el que sujeta la pluma se apellida Verstappen.
Vistos Mercedes AMG [La quintaesencia] y Ferrari [Irrelevancia absoluta] tampoco es que podamos hablar de magia en el campo de la austriaca. Cuentas con dos enemigos naturales que se han hecho la picha un lío y ni se han puesto las pilas ni han dado pie con bola, superas con nota la zancadilla de Pirelli, y lo normal es que batas todos los récords habidos y por haber, que, a la postre, es lo que ha hecho la de Horner y su equipo: aprovecharse malamente y sin compasión de la incomparecencia de sus rivales.
Os leo.
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