domingo, 1 de octubre de 2023

Los límites de la realidad


A diferencia de algunos dinosaurios políticos y otros individuos de idéntica pelambre y ralea, uno se hace mayor, básicamente, por mostrar que lo acumulado ha servido de algo o no tener que enseñar el carnet de identidad cuando compra tabaco de pipa o whisky, por ejemplo; también por poder mover el esqueleto en el lado oscuro de la luna —ésta es importante—, y, en definitiva, para no necesitar a cada paso que da un coach, la nanny o el traductor de Google.

Hay quien lleva mal todo esto, tampoco vamos a engañarnos, pero en líneas generales creo que podemos coincidir en que las reglas son necesarias para la convivencia, obviamente, aunque dejan de ser útiles si sólo sirven para que algunos se las salten sin que suceda nada y, a otros, infringirlas les puede suponer un disgusto o cargar con las penas del infierno.

Haciendo memoria, todo comenzó descafeinando el valor de la curva y poniendo unas escapatorias como campos de fútbol de grandes, en las que no se penalizaba cualquier error de conducción porque el monoplaza no quedaba varado ni el piloto perdía tiempo. 

Las líneas blancas delimitaban «lo negro» pero ya, que la fogosidad de los pilotos y lo que exigían a sus vehículos todavía permitía abundantes alegrías incluso pisando aquellos pianos de entonces. Dado que los coches eran cada vez más costosos y los seguros se habían puesto en un pico, se mantuvieron las escapatorias, se pasó el cepillo a los pianos, y las líneas blancas cobraron más importancia.

La mentalidad inglesa no suele dar para más y elevó la bendita línea blanca a dogma aunque Charlie Whiting siguió teniendo sus propias ideas —las galanterías del Kaiser luchando con Pedro en Hungría 2006; la no ganancia de ventaja de Hamilton en México 2016, etcétera—. Y bueno, como la pintura en el suelo servía de poco aparecieron las peligrosas bananas, pero, con todo, los trastos continúan saliéndose, lo que supone un claro síntoma de que sigue fallando algo.

Lewis Hamilton pide Inteligencia Artificial para resolver el asunto —no os riáis, ¡jodidos!—, aunque mi humilde enfoque va por otros derroteros, ya que entre 2006 y 2023, los cacharrilos son unos 80 cm más largos y pesan casi 1/5 de tonelada más, y aquí entra la física y con la física no hay bromas que valgan. Ni caben en los actuales circuitos que configuran el Mundial ni las inercias entienden de normativas...

Os leo.

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