lunes, 11 de septiembre de 2023

¡Gracias, Toto!


El daño que está haciendo Mercedes AMG a la parrilla lo seguiremos pagando más allá de 2026 y su prometido pacto de renovación, que quedará en agua de borrajas como han quedado todos los intentos de revertir una desigualdad endémica que nos sigue haciendo papilla.

Los espesitos del «esto ha sido ha siempre así» no han caído todavía en la cuenta de lo mucho que ha cambiado el universo y lo poco que han modificado ellos su relato, y ojito con esto, pues temo que así pasen mil años continúen con idénticas monsergas ya que les va bien siendo un puto coñazo a cualquier hora del día, de todos los días, de todas las semanas, de todos los meses... 

Dónde va a parar no tener que renunciar a las gestas reales o ficticias de don Ayrton Senna da Silva, o recordar los buenos años de Michael Schumacher —de los que pasó en Mercedes GP nadie quiere acordarse—, para posar los pies en la tierra y encarar la realidad ésta que nos ha tocado vivir, donde una escudería con muy mal perder, obligó el año pasado a modificar la Normativa y éste ha vuelto a hacerlo para que retornemos a las piedrelli y ahora a que se prohiba la excesiva flexión en los alerones. Mañana Dios dirá, obviamente.

Esto del techo de gasto tenía una letra y su espíritu correspondiente. La primera está visto que no ha servido de mucho, y el segundo amaga con enfriar aún más el espectáculo porque consistía en dar algo de aire a los proyectos pequeños, pero gracias a Toto y Lewis, y su mal perder, reitero, se ha convertido en una trampa para osos porque la estabilidad que se garantizaba en 2020, en tan sólo una temporada y media, se ha tornado una ruleta rusa porque adaptarse a los caprichos de Brackley con tal de mermar la excelencia de Red Bull, cuesta un dinero del que no disponen Haas, Alfa Romeo, Williams y Alpha Tauri, por ejemplo.

Abomino de los números, pero puesto que es el único lenguaje que se entiende ahí fuera anunciaré a bombo y platillo que con milagro estival, fuegos artificiales y todo, el 40% de los equipos que compiten en Fórmula 1 —mencionados con su nombre de pila y apellidos al final del párrafo inmediatamente anterior—, suma un total de 45 puntos, cantidad que no llega al 10% de lo que acumula en solitario la de Milton Keynes. 

La distancia con la austriaca no es lo preocupante: los dominios, ya se sabe; lo grave es que el conjunto de las cuatro escuderías pobres está a 28 de Alpine (73), el sexto clasificado. En la franja media, la francesa y McLaren no alcanzan juntas para obtener la puntuación que tiene en estos momentos Aston Martin, la cuarta marca en litigio, porque las tesorerías de las tres dan para lo que dan, lo que nos pone en que el 60% de la parrilla dejó de contar para el show hace mucho y nos quedan por delante ocho pruebas.

Apunto todo esto sin demasiado ánimo de ofender, aunque, básicamente, Liberty Media prometió al poco de hacerse con el negocio en enero de 2017, que íbamos a ir a Super Bowl por fin de semana de carreras, ¡yuhu! [Las cuatro claves de la nueva Fórmula 1 de Liberty Media]. 

Nada que objetar a los resultados de la norteamericana, faltaría más que me pusiese desde la comodidad de mi sofá a poner pegas a lo obtenido en seis años, pero, ¡coño!, algo ha debido pasar y no es sólo que la Fórmula 1 siempre ha sido así. La docilidad y pagafanteo de nuestros gurús, entendidillos y prensa especialista, ha tenido mucho que ver en la definición del cuadro, y por descontado su legendaria cobardía a la hora de señalar a los verdaderos responsables. 

Os leo.

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