Red Bull corre contra el cronómetro, contra la Espada de Damocles y Satanás agazapado en la esquina. Más temprano que tarde debería comenzar a notarse que está sancionada con menos horas de túnel de viento y CFD para esta temporada, de forma que se ha sacado de la chistera un misil con el que acumular la mayor cantidad de puntos posible mientras sus rivales espabilan.
El RB19 de 2023 es una apurada del RB18 del año pasado, que en vez de mirar tanto al alerón trasero, como hacen Ferrari y Mercedes AMG, por ejemplo, sigue posando su vista en el difusor y suelo curvado, como si no se hubiese modificado la distancia con respecto al asfalto ni existiera pánico al porpoising...
Milton Keynes ha sacado adelante un monoplaza que va más pegado al piso porque goza de una downforce más rentable. La percepción de que el coche baja de alguna manera no se debe a ningún efecto mecánico, sino a la brutal extracción de aire a la que es sometido el suelo del vehículo desde los laterales, que genera un déficit de fluido en el difusor que es necesario compensar mediante dos pequeñas gateras abiertas situadas una a cada lado de la zaga.
El milagro, si es que lo hay, reside en que Red Bull sigue entonada como si los cambios de escenario técnico propuestos en 2023 no existieran, circunstancia que sí ha comprometido el camino abordado por su inmediatos competidores.
Así, el RB19 se comprime y obtiene lo que necesita del fondo curvado debido a un tallado de los pontones enfocado a acelerar el aire circundante para que vacíe el suelo y azote generosamente la parte superior del difusor. Proporcionalmente hablando, el trasto anglo-austriaco necesita menos ala trasera, de forma que va más rápido en recta y curva porque cuenta con suficiente apoyo aerodinámico y una menor resistencia al avance.
El RB19 es un vehículo crítico, muy necesitado de aire limpio, pero esto no resultará relevante mientras sus perseguidores reaccionan y Red Bull sigue sumando puntos. Luego, Dios dirá...
Os leo.
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