Visto lo visto, La Scuderia se ha empeñado en que siga luciendo barba y bigote más allá de la Nochevieja de este año, y, la verdad, contrariamente a la impresión que puedo dar, lo cierto es que lo he tomado bastante bien.
Ha sido bonito mantener la esperanza hasta el último instante, soñar que esta vez era la buena, que las campanas no repicaban por mí ni por todos aquellos tifosi que sostenemos la ilusión ferrarista incluso cuando caen chuzos de punta para la rossa y hace un frío de cojones ahí fuera, cuando los de la lógica y lo razonable alardean de que ya lo advirtieron.
Monza suponía mi no return point, a partir de Singapur sería descabellado continuar soñando. Sólo queda rezar para que Verstappen se corone cuanto antes y nos queden algunas carreras para comprobar que tenemos la mejor pareja de pilotos de la parrilla, y que el F1-75 ha sido una meravigliosa creatura a la que únicamente se ha podido parar rompiéndole las piernas a base de estrategias descabelladas. Il Cavallino le debe una a Leclerc, y a Sáinz otra.
Essere Ferrari! Os leo.
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