Lewis no merece la pena

Me gustaría escribir que me importa algo lo que dice este genuino hijo de la modernidad a sus numerosos entregaditos, pero gracias a Dios sigue siendo que no, eso sí, me apetece puntualizar que no supone el mejor camino para entender a Lewis Hamilton ver resúmenes en Youtube o asistir a clases magistrales impartidas por «gente seria» y criaturas que, en 2007, o no sabían todavía atarse los zapatos, o, en el mejor de los casos, tenían la cara cubierta por el acné.

Cualquiera de ellos daría lo que no está escrito porque Emerson Fittipaldi hubiese llamado Maestro al figura, o porque Jackie Stewart lo considerase un Genio, o llegado el caso, porque el escocés y Nigel Mansell aceptasen sin reservas ni peros que el de Stevenage es realmente The Great Of All Time, pero no, la edad nos vuelve a unos pocos tan cicateros con las chuches como generosos con quienes lo merecen, y comprendo perfectamente que vivir entre tanto enemigo declarado se hace muy cuesta arriba para tipos prefabricados como el heptacampeón del mundo.

Al final de todo, tirar de 2007 como argumento existencial resulta bastante bobo, aunque comprendo que es lo que hay. 

 

Hamilton lo pasó tan mal entonces que se hizo novio de Sara Ojjeh para llorar en su hombro las penurias que estaba atravesando en la McLaren de papá, vamos, lo mismo que si Fernando se hubiese emparejado este verano con Chloe Stroll para enjugar con ella las lágrimas y tristezas cosechadas en Alpine y pensar juntos en un futuro arco iris en Aston Martin, un suponer...

Dejo de jugar con la bomba, que me conozco...

Al final de todo, decía, a pesar de que sus declaraciones han sido hábilmente silenciadas, fue Ron Dennis —un racer bastante más denso que Toto y directamente implicado en aquellos acontecimientos—, quien nos dio en 2015 la medida del individuo: «Teníamos a Lewis, un chico joven que era comprensiblemente percibido por mucha gente como el elegido, pero que también era alguien inmaduro. Si vamos por la ruta de "quién dio el primer golpe", realmente diría que él tuvo un papel que jugar al empezar este proceso que luego se intensificó...» Inmadurez, bonito término.

Al Hamilton adulto le gustaría hablar seriamente con el Hamilton joven, ya, pero habría que preguntarse si para reconocer que ha disfrutado siempre de una flor en el culo y ha sido bendecido por la fortuna, Mercedes-Benz y la FIA, o sería para continuar sobando la verdad y seguir engatusando a los numerosos alma cándidas que aún le creen.

Hay historias que no merecen la pena, y, desgraciadamente, la de Lewis Hamilton es una de ellas.

Os leo.