domingo, 10 de julio de 2022

1924, Lasarte


El éxito del I Gran Premio de San Sebastián de 1923 y la noticia de que la AIACR (Association Internationale des Automobile Clubs Reconnus) había aceptado la candicadura de la capital guipuzcoana como posible sede del Gran Premio de Europa de 1926, ejercieron de revulsivo entre los industriales, diarios y fuerzas vivas que apoyaban la actividad del Real Automóvil Club de Guipúzcoa [Lasarte, 1924 a 1935].
 
En cierto modo desamparado por la Diputación y el Consistorio Municipal, que por razones políticas —el éxito de la carrera de bólidos empañó el de la II Feria de Muestras donostiarra de 1923— declinaron participar en la organización y contribuir a mejorar las condiciones del circuito Lasarte-Oria en su recorrido o para evitar el peligroso paso por el interior de Hernani, por ejemplo, el RACG abordó prácticamente en solitario la realización del II Gran Premio de San Sebastián, que, gracias a la acreditación internacional de la AIACR, fue también el II Gran Premio de España.
 
La connivencia de Alfonso XIII con el Directorio de Miguel Primo de Rivera aún no había lesionado gravemente la Monarquía, y las vacaciones de la Familia Real en la Bella Easo continuaban suponiendo un goloso reclamo para el turismo burgués, tan dado él a codearse con la High Society a la menor ocasión. Así las cosas, lo Real atraía mucho, y un II Gran Premio de España de automovilismo con presencia regia, en el que la cuantía de los premios sirvió de anzuelo a marcas de renombre y grandes conductores, atrajo a una masa descomunal de público, buena parte de él llegado de Francia, donde la actividad del ACF (Automobile Club de France) era frenética y mundialmente reconocida.

El caso es que las fechas elegidas para alargar la temporada estival en Guipuzcoa trajeron consigo la desagradable sorpresa de una meteorología adversa. 
 
La Gran Semana Automovilística se celebró entre el 22 y el 27 de septiembre, y el plato fuerte quedó para aquel último sábado del mes. Ante 35 cuerdas completas al Lasarte-Oria, que sumaban en total 621'250 kilómetros, los participantes se enfrentaron a un tiemplo inclemente y lluvioso que convirtió cada uno de los giros en una epopeya que, en el caso de Tom Barrett, mecánico y acompañante de Kenelm Lee Guinness —creador de la marca KLG de bujías—, tuvo desastrosas consecuencias, ya que murió prácticamente en el acto al salirse el Sunbeam de ambos en la undécima vuelta.

Tras poco más de seis horas de carrera vencía sir Henry O'Neil Segrave a bordo de un Sunbeam 2 Litres Compressor, seguido por Bartolomeo Contantini con Bugatti 35 y André Morel al volante de un Delage V12.

La anécdota no luctuosa de la jornada vino de la mano de Fernando de Vizcaya y su mecánico Miralles. 
 
En el segundo giro una piedra perforaba el depósito de combustible de su Bugatti 35. Incapaces de continuar, Miralles tuvo una ingeniosa idea: cogió un bidón de 10 litros de gasolina y lo conectó mediante un tubo de caucho al carburador, pero para que la gravedad cumpliera su cometido se hacía necesario mantenerlo elevado... Bueno, pues mientras De Vizcaya rodaba como una centella bajo la lluvia, su mecánico y compañero se pasó el resto de la cita con el bendito bidón inclinado sobre su cabeza.
 

Ettore Bugatti premió con 1.000 pesetas de la época la gesta del Sr. Miralles, quien fue condecorado con una medalla de oro y felicitado personalmente por el Príncipe de Asturias.

Os leo. 

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