«Les matins se suivent et se ressemblent...», y aquí estamos, en ruta, con la tajamar orientada al fin de semana, maldiciendo no haber hecho caso a Benita en aquello de no enseñes jamás en comunidad tu habilidad, Josetxu. Llegarán tiempos mejores, sin duda lo harán, Aña.
El viernes celebramos San Juan. El jueves Gorliz rebosará criaturas corriendo de aquí para allá, gritando, trajinando cartones y maderas con las que montar sus hogueras mágicas en la playa y soñando con hacer la más grande. El aire de la noche olerá a humo de fogata y las nubes se teñirán de encarnados y naranjas. Escucharemos guitarras y canciones sobre la arena y a los gatos maullando a la luna creciente. Como todos los veranos, bailaré descalzo alrededor del fuego y prorrogaré un año más mi pacto con el lado oscuro de la Fuerza, rogando a Darth Vader que interceda por mí ante el Emperador Palpatine para que me maldiga por al menos doce meses más.
Resulta que somos «negatifos» —Van Gaal anduvo muy sembrado aquí— los que recordamos que esta normativa que sufrimos empezó a diseñarse en 2017, que invitados otros fabricantes declinaron el ofrecimiento de ingresar en nuestra disciplina porque los que ya estaban dentro lo tenían to'claro; que Pirelli lloraba por las esquinas reclamando sus llantas de 18 pulgadas, que la pandemia retrasó los planes una temporada más, y en 2022 nos dicen que lo bueno vendrá a partir del 26, y que, mientras tanto, nos entretengamos con Netflix.
Entiendo lo de la búsqueda de la excelencia, pero coño, ya podía ser que nos hubiera caído un poquito a los aficionados, porque, os juro, no hay nadie con más ganas de ser «positifo» que yo.
Os leo.
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