Comprobar cómo Fernando sigue emocionando me supone un lujo que no esperaba volver a disfrutar, al menos tan pronto, la verdad, ni siquiera cuando puedo aprovecharlo para prender el correspondiente cartucho de dinamita en las vías del discurso oficial, ese que surge en United Kingdom y llega a nosotros por sabe Dios qué caminos.
Veo las retransmisiones de la mano de Sky Sports y escucho a su comentaristas, claro, y confieso que ayer noche se me infló el pecho de orgullo y satisfacción borbónica oyendo las loas que regalaron al asturiano por su hazaña en el Gilles Villeneuve, pero duró poco, pues recordé aquello de que los british alaban las gestas de Fernando sólo cuando el de Oviedo no supone un peligro, y, qué queréis que os diga, preferiría mil veces que el bicampeón fuese realmente una amenaza a cambio de tener que tragar la consabida retahíla de peguitas y peros en inglés vernáculo.
Os leo.
Lo de Fernando en Canadá, un circuito que no es precisamente de su agrado, es una hazaña deportiva a poco que uno sepa de qué hablamos cuando mezclamos agua y coches de F1 actuales.
ResponderEliminarMeter esa tartana obesa en primera línea, con 40 tacos (ojo) y clavando una última curva a lo puro genio, a mí me levantó del sofá, lo mismo que a los piratas.
Que lo ha hecho otras veces, vale, pero no por ello debemos perder la perspectiva. Un buen piloto de F1 no lo hará nunca (¿cuántas veces lo ha hecho Ocon?), pero este tipo tiene varias, y no solo con Renault/Ferrari, también con aquel Minardi (lo de su bautizo en Suzuka fue extraterreno).
En esta selva sigue siendo el rey... y los cazadores tienen la misma bandera. ;)