Que me aspen si llego a imaginar que acabaría apuntalando un texto en Nürbu con Sergio Dalma como sonido de fondo —cabrones, mejor váis guardando las automáticas y apuntáis con ellas a otra parte, que os ablandáis en cuanto un grupo de hard o metal entona una balada.
He hablado esta tarde con Concha y luego con Gus, al mediodía lo he hecho con Miguel... Los tres tienen en común que me conocen mejor que Matilde, Amama; como Manu, Ernesto, David, José Antonio, Josemi; en realidad tantos que ni recuerdo vuestros nombres hasta que volvéis a asomar por aquí y ¡chas!, se hace el milagro.
¡La madre que me parió! Si lo llego a saber me habría ahorrado el viaje...
Miento, bailar de lejos no es baliar, es como estar bailando solo... y me resulta especialmente gratificante que hayamos llegado juntos, y tan temprano, a tantas cosas que, ahora mismo, me producen una pereza tremenda tener que debatir con los que recién acaban de descubrir cómo va nuestro mundo y en qué consiste, sencillamente porque ni sabían lo que cocíamos aquí dentro ni se han molestado en indagarlo. Red Bull y su rake variable, las Pirelli, el calor en el fondo plano, hoy curvado, la necesidad de ser más largos cada temporada. La razón nos asistía, pero llegamos demasido pronto, que es como no haber llegado nunca, como bailar solo. No hay nada personal en eso.
Bienvenido, Seb, en realidad te estábamos esperando. Saltamos los primeros nutriendo las filas de la 101 aerotransportada, era cuestión de tiempo que nos reagrupáramos. Es bueno todo esto, ¿no?
Os leo.
La primera vez que vi un F1 tenía cuatro años y, claro, me pareció grande. Así que me quedé asombrado cuando en un centro comercial casi me meto en el bólido de Mika Hakkinen que estaba allí de exhibición: ¡me pareció un kart! Pues nada, si ahora me juntan con un fórmula actual, regresaré a mi infancia.
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