¿Se puede reducir una carrera a sólo cinco vueltas? Bueno, queda feo hacerlo aunque eso sea, precisamente, lo que sucedió en Long Beach.
Sobre el giro ochenta de los ochenta y cinco propuestos, poco importaba que Colton Herta hubiese partido como poleman, que Álex Palou ganara una baza importantísima adelantando su parada frente a los líderes con un tercio de la prueba consumida, que el español, Josef Newgarden y el propio Herta, pareciesen los máximos candidatos a llevarse la cita en la ciudad californiana hasta que este último se autodescartó chocando contra las protecciones en la cincuenta y cinco.
Ahí se detuvo el tiempo. Faltaban trece vueltas para el banderazo final y la lentitud aparente de las operaciones de rescate de coches y reparación de barreras resultaron exasperantes. Transcurrían los minutos, se apuraba el margen, la parrilla parecía un puño, y fue entonces cuando Dirección de Carrera anunció que en la ochenta la pista volvía al color verde.
Las cartas se habían barajado tanto que Romain Grosjean tenía opciones, y ganas. El ataque del francés no se hizo esperar. Newgarden tiró de galones y aprovechó todo lo que daba de sí el Street of Long Beach para anular las posibilidades de su rival, mientras que Palou, desde la tercera plaza, sostenía a Will Power, con Pato O'Ward completando el Top Five.
Vibrantes, rápidas, las cinco últimas del Grand Prix valieron su peso en oro. Newgarden consiguió despegar a Grosjean y cruzó primero la meta, seguido por el galo, Palou retuvo el tercer cajón.
Os leo.
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