Salvo en raras ocasiones no suelo abundar en el mismo tema dos días consecutivos, pero considero que la ocasión lo merece porque, con la entrada de hace unas horas [Somos el botín], no ha faltado en esos grupitos de Whatsapp o Telegram cuya fe no profeso, quien ha pensado que hablaba de calzado o del linaje de una familia banquera.
A ver cómo me explico hoy sin herir sensibilidades, y en cortito, pues no quiero amargar la fiesta a esos que se ahogan cuando tienen que leer textos de más de 280 caracteres.
Si la Fórmula 1 es un negocio y las carreras de coches son su producto, tú eres un consumidor de contenidos y da lo mismo si llevas 2.000 carreras a cuestas, las has visto a pie de pista, sólo en la pantalla del ordenador o el televisor, o las escuchas por radio, o tenías 3 años en 2007 y en la actualidad das clases magistrales sobre la que se montó aquella temporada.
Como masa somos los consumidores, así, en ramplón; el público objetivo o la cuota de mercado, como prefiráis. Liberty está a un pasito de desterrar el concepto «aficionado» y sólo lo usará como utilizan la palabra «cliente» los bancos u operadoras, etcétera, porque lo que le interesa a la norteamericana es tu dinero y tu atención, no que disfrutes plenamente ni con el servicio que te da a cambio ni con la calidad del mismo. Eso, en realidad, le importa más bien poco, o mejor dicho: nada, como se vio en Spa-Francorchamps.
Donde esté un Bahrein en el que se puede anunciar que Lewis Hamilton continúa en competición, que se quite Barcelona y el seguimiento que podemos hacer los que, en la medida de nuestras posibilidades, cuidamos del corralito y ahora somos moneda de cambio o una fría estadística en el próximo chalaneo.
Os leo.
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