domingo, 3 de octubre de 2021

¡Sinvergüenzas!

Lejos de reparar el grave daño que ocasiona a los valores que dicen defender, Liberty Media y la FIA han dado el visto bueno a la incorporación de Catar al catálogo de despropósitos que lucen en el Mundial de Fórmula 1. Así las cosas, la monarquía absolutista del Golfo Pérsico se suma a China, Rusia, Azerbaiyán, Bahrein, Turquía, Hungría, Abu Dhabi y recientemente Arabia Saudí, países, todos ellos, en los que hace falta tomar una cucharadita de Alka Seltzer para hablar de respeto pleno por los Derechos Humanos.

Conocida la noticia no han faltado quienes han recordado los pecados ancestrales de nuestra actividad, la celebración del Gran Premio de Argentina durante la Dictadura Militar, por ejemplo, el de España en plena Dictadura de Franco, el de Sudáfrica durante el Apartheid, etcétera, en una actitud infantiloide que lejos de disipar dudas asume que lo de Catar huele francamente mal, aunque habiendo dinero de por medio resulte tolerable.

La pasta aquí es lo crucial. Los árabes la tienen, la Fórmula 1 la necesita, e imagino que los aficionados siempre podremos soportar durante más tiempo que Stefano Domenicali, Ross Brawn o Jean Todt, nos lancen algunas homilías buenistas desde sus respectivos púlpitos mientras Lewis Hamilton hace gala de su activismo, en tanto que nuestro deporte perpetúa a cambio de algunos fajos de billetes, su labor de blanqueo ante el mundo de la abundante porquería que ocultan bajo sus sayones algunos lugares que visita.

Espero con ansia viva el Gran Premio de Afganistán. Dicen que los talibán tienen muchos dólares y necesidad urgente de que la Humanidad comprenda sus rarezas y peculiaridades. No sé, pienso que la Fórmula 1 podría ayudar en esto...

Os leo.

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