Se mire como se mire, es absurdo el nivel de canibalización del «fenómeno Hamilton» sobre todo aquello que acontece en cualquier Gran Premio. Imagino que las consecuencias del Brexit obligan a que el circo anglosajón adquiera niveles homéricos para que la peña deje de hostiarse en las colas de las gasolineras, pero una anécdota no puede solapar la realidad, ni mucho menos desdibujar la magnífica labor de otros protagonistas que no tuvieron tanta fortuna.
La anécdota de marras en Sochi fueron las 100 carreras que ha ganado el astro británico en su vida profesional. A partir de ahí se paró el reloj y dejó de ser importante la manera en que se obtuvo la victoria y la enorme implicación que tuvo el factor suerte en su obtención, y, desde luego, que quien más la merecía pasara a un tercer o cuarto plano por una mala decisión.
Pero la anécdota tomó el papel de vedette, que es a lo que íbamos, y ni la capacidad de Max para enjugar lo que a priori era una carrera planteada cuesta arriba, ni la claudicación de Lando en los giros finales, merecían sucumbir bajo el peso del enésimo intento de la prensa anglosajona por magnificar la figura del velocirraptor isleño.
Ni con 100 victorias a la espalda ni con un pepino bajo el culo ni con la ayuda de Pirelli, logra Hamilton despegar a Verstappen cuando cada vez quedan menos citas. Ganará el Mundial, o no, pero el Gran Premio de Rusia nos dejó muchas más cosas que la bendita anécdota sobre las que hablar y analizar.
Os leo.
Lo de los isleños gobernados por una vieja decrépita y un obeso con pelo de anormal es vender historias ÉPICAS.
ResponderEliminarSaludos, José
No creo que el mérito de las cien victorias pueda empañarse porque no te haya gustado como fue la última. El número 100 implica una gran dedicación, constancia, consistencia y hambre de victorias.
ResponderEliminarPosiblemente la misma dedicacion, constancia y consistencia que un Verstappen, un Norris, un Webber, un Alonso o un Button.
ResponderEliminarTodos grandísimos pilotos, consistentes rápidos y hambrientos. Y sin coche dominador con el cual hubieran barrido igualmente.
En F1 las leyendas se han vuelto artificiales.
He visto a Hamilton hacer de todo. Desde paparruchafas con Felipinho hasta ganar carreras con McLata muy inferior. Y por esos dos extremos merece mi respeto. Pero no se puede dar mérito a una competición en la que durante dos años solo tenía un rival, su compañero. Y, últimamente, ni eso.
Todos lo méritos y la competición se desvirtúan con vehículos ganadores que sacan 2 segundos al resto.
Si Hamilton tuviese 50 o 60 victorias en un ámbito competitivo similar al de la primera mitad de la temporada 2012, 5 o 6 pilotos teniendo posibilidades reales de ganar la carrera, entonces si. Para mí sería el GOAT.
Pero, desgraciadamente, esta caricatura de la F1 en la que el significado de equipo dominante ha desvirtuado la definición misma de la competición, va en contra de Hamilton.
Este contexto que le ha proporcionado tantas victorias las devalúa por si mismo. Y, ese es el mayor pesar de Hamilton. Él sabe que en otro contexto, con menos victorias y campeonatos sería más reconocido.
Respeto por Hamilton, todo. Quizás más de él que tiene por sus rivales a los que nonduda en señalar o echar de pista. Pero lo que no merece ningún respeto es esta competición desvirtuada en la que prima el marketing sobre lo que ocurre en pista.
Díganme señores. En los últimos años ¿cuántas investigaciones han captado o detectado anomalías en Mercedes?
¿Y que ocurría cada vez que un equipo se acercaba? Investigación u sanción al canto.
Competición desvirtuada, degradada y caricaturizada.