¡Llovía!

No llovía media hora después del inicio del Gran Premio de Hungría, pero sí lo hacía en el instante en que el semáforo se apagó, y la fatalidad quiso que se diera un cúmulo de circunstancias que acabó con el abandono de cinco vehículos con sus respectivos pilotos sin haber dado una miserable vuelta a Hungaroring.

He recurrido muchas veces a una conversación que protagoniza Clark Gable (como James Gannon) en Teacher's Pet, así que os ahorro los preámbulos. El curtido editor aborda al novato de la redacción cuando el periodismo de verdad se enseñaba en las redacciones: «Oiga, Miller, nosotros publicamos anuncios: dos líneas 25 dólares. El espacio que utilice no podemos venderlo. Tome este artículo y trate de ahorrarnos 300 dólares. Y no haga una simple refundición, se ha descubierto que el muchacho tenía cómplices.» El aludido negó la mayor, «No, Salas iba solo cuando mató aquel hombre…», pero el viejo periodista remató a puerta vacía: «Tenía cuatro compinches, iban siempre con él. Pobreza, amargura, prejuicios y desesperación; Salas apretó el gatillo, pero ellos cargaron el revólver...»

Tuvo gracia que después del incidente en el trazado magiar las redes sociales se volcaran en buscar culpables, y, más si cabe, que entradita la tarde viviéramos el momento hilarante de la jornada cuando un conocido gurú espetó a un aficionado que albergaba dudas: «Ya no te ajunto, pensaba que eras un carrerista.»

Hay cierta licencia poética en mi última transcripción, pero en el contexto se entiende, creo. Y es que, desconociendo la parte mollar del briefing de Brackley previo a la prueba y sabiendo como sabemos, porque lo sabemos, que el motorsport da cobijo a más demonios de los que estamos dispuestos a aceptar, no fuimos pocos los que imaginamos a Toto Wolff en el motorhome de Mercedes AMG instruyendo a su segundo piloto en plan Dr. Wolfgang Ullrich ordenando a Scheider en la cita del DTM en Spielberg de 2015: «Timo, schieb ihn raus!» [Dreieinhalb Jahre nach "Schieb ihn raus": Wehrlein lobt Scheider!] y [Malos y buenos].

Vale, en sentido estricto esto es especulación pura y dura, lo admito, pero no me parece de mal carrerista contemplarla como parte de la ecuación, es más, desestimarla sí resulta poco carrerista, amén de infantil y muy manzanillo —Manzanillo era el burrito ingenuo y bonachón de La casa del reloj—. Sea como fuere, como vengo diciendo, esta página de la historia nos está vedada, aunque resulta obvio que, de ser cierta, explicaría en parte quién cargó el arma de Bottas.

La de Lance está claro que la cargaron la prisa y la impericia. El canadiense vio calle libre por delante, apretó, pisó verde y se llevó puesto a Charles ocasionando el abandono de ambos. En el caso de Valtteri, su propia confesión lo señala como responsable único. Llovía, había poca visibilidad y protagonizó una arrancada de darle dos collejas. Quiso recuperar terreno y, bueno, de una tacada quedó eliminado un Red Bull y el otro seriamente dañado por el McLaren de Lando, quien pagaba los platos rotos de una fiesta a la que fue invitado a última hora...

¡Llovía!, ¡Bottas es un manta!, son buenas respuestas aunque desgraciadamente no las únicas, ya que nos queda por contemplar qué papel desempeñaron la posible no renovación del finlandés, la presión que ejerce George Russell como comodín de la llamada, qué tipo de instrucciones recibió el de Nastola antes del inicio de la carrera y, en definitiva, en qué consiste eso que Toto llamaba «trabajo en equipo» hace nueve días, cuando Brackley anunció que el 77 ayudaría al 44 a luchar por el campeonato a partir de Hungría [Bottas ayudará a Hamilton a luchar por el Mundial, aseguran en Mercedes], ya que, bajo esta perspectiva, Valtteri cumplió con creces su cometido en Hungaroring: Mercedes AMG recuperaba el liderato en la tabla de Constructores y Hamilton el de Pilotos...

Os leo.