Corazones en Atlántida

Un placer poder dirigirme a ti, donde quiera que estés, sin necesidad de que sea 3 de enero ni 29 de diciembre, o cualquiera de esas fechas señaladas que quedaron registradas con tu nombre a lo largo y ancho de tus temporadas de leal servicio a la Fórmula 1. 

A los frikis les dejo recordar que el 1 de julio de 2000 conseguiste la pole en Magny-Cours, o que, el año siguiente, venciste allí mismo en el Gran Premio de Francia, idéntico día, o que el 1 de julio de 2006, en Indianapolis, volviste a arrancar el mejor tiempo en clasificación. En realidad, hay tantos 1 de julio como personas que los han vivido. Tal vez un reencuentro con Corinna después de un profundo desacuerdo de esos que surgen en la pareja, o una promesa que hiciste a Mick o a Gina-Maria y pudiste cumplir, o una vivencia personal de esas otras que jamás se comparten. No sé, sospecho que tus 1 de julio te rebosan como a mí los míos.

Pero esto no va de efemérides ni de datos... 

Hoy he visto a Lewis utilizando el circuito como pasarela para sus modelitos, por enésima vez en lo que llevamos de campaña, y no he podido evitar acordarme de ti y de todos los que usabáis la proyección que os daba nuestro deporte para intentar conseguir una Fórmula 1 mejor. La seguridad, los contratos, los emolumentos, el respeto que se os ha debido siempre porque, al fin y al cabo, sois quienes os seguís jugando la vida sobre la pista, y el caso es que tu «esto es como ir pisando huevos» se ha convertido en telón de fondo para un gilipollas que dice luchar en guerras donde no se compromete salvo lo justito, de boquilla que decimos por aquí.

Nos hemos quedado sin cabos guía, sin faros, y me gustaría saber qué opinas de las minicarreras, de la densidad de pruebas, de la deriva que lleva nuestra actividad, de que la pole no se atribuya a quien es más rápido en clasificación. 

En estos momentos hace falta un campeón del mundo consciente del papel que representa, pero, a cambio, tenemos un figurín que sólo suma números y no sabe ni por dónde le da el aire, y el patrón se nos ha venido arriba porque no tiene contestación y, en fin, esto lleva mala derrota y a 1 de julio de 2021 he pensado que ya basta de que Todt diga que ve carreras contigo mientras se rasca las avellanitas, de que te nombren como quien menta el recuerdo de una antigualla que molestaba cuando hacía acto de presencia en la cena familiar pero queda graciosa como anécdota cuando se sabe que no ha de volver jamás.

Te echo de menos, Michael.

Las gotas de lluvia mojando el casco que estrenaste en Spa-Francorchamps, toda una metáfora —«All those moments will be lost in time, like tears in rain»—. 2012 y los idiotas ya discutían si eran 300 tus Grandes Premios o eran 299 o 298, pero ahora tragan dócilmente con que Lewis Hamilton represente lo peorcito de nuestra actividad: bajar los brazos, no mover un puto dedo por mejorarla, ya que, al parecer, siete títulos mundiales no son suficientes como para decirles a Toto, a Stefano y a los de Liberty Media, que el camino que abordó la norteamericana a partir de 2017 nos aleja irremisiblemente de aquel mundo que dibujaban James Hunt y Niki Lauda en la película Rush.

Os leo.