Hoy he tenido una jornada un poco de caca, así, por sintetizar, de manera que os ahorro los detalles y vamos directos al Paul Ricard, donde se han celebrado los entrenamientos libres en el nuevo formato: media hora menos por cada sesión (de viernes) que el año pasado y anteriores, lo que nos ha robado un total de 7 horas de diversión a los fans y otras tantas de trabajo a las escuderías y pilotos, en lo que llevamos de temporada y contando el metraje reducido de hoy, claro.
Sigue habiendo debate con este asunto que pensaba yo se había agotado en diciembre de 2020, y es que, como buena parte de nuestros gurús son liberales de sofá y defienden lo indefendible porque la comodidad es lo que tiene, el patrón siempre lleva la razón aunque no la lleve y, al final, lo bueno y electrizante de este deporte consiste en que los bolsillos de cuatro sigan engordando mientras el sufrido aficionado paga los platos rotos de postre como si fuesen los principales del menú, de mayor diámetro de porcelana.
¿Era excesiva una hora y media por sesión de entrenamientos? Bueno, el caso es que el temita había funcionado hasta épocas bastante recientes y no había suscitado calentura hasta que Liberty Media abrió el melón del límite presupuestario. Menos tiempo por franja de prueba supone menos gomas, menos combustible y consumibles, y menos kilometraje para las delicadas unidades de potencia que deben abordar ahora 23 carreras donde hace nada había 21, aunque luego todo el mundo se queje de que no hay tiempo para adaptarse, para comprender los neumáticos, o mil y una historias más.
Es cuestión de números, obviamente, pero también de voluntad. Hay escuderías que no están compitiendo en sentido estricto. Andan de pasapalabra esperando que mamá Liberty les abone la parte correspondiente al final del año sólo por participar tras haber pagado la cuota, y esto es comunismo de toda la vida de Dios, paguita, que dicen ahora.
Bernie, que de rojo tenía bien poco, afeó hace años a Ron Dennis su renuencia a aceptar límites de presupuesto, recordándole los camiones que trasladaba McLaren de un sitio a otro con tal de satisfacer la comodidad de sus clientes fijos y posibles...
No me extiendo. No puede ser que que cada vez consumamos menos Fórmula 1 por el mismo montante mensual en base a una austeridad mal aplicada.
Una pretemporada no puede costarle al aficionado lo mismo que un campeonato. Si Pirelli pretende que le salgan las cuentas que se aplique desde la primera carrera a proporcionar el show que ha prometido. Si las grandes insisten en tener fiestas fastuosas para mayor gloria y tal, que se las paguen de su propio bolso sin incluir en el presupuesto relativo a la competición en pista el montante del champagne, los globos, la garlopa y las prostitutas. Y si Haas no pretende competir, que se vaya por donde llegó, pues sin duda habrá quien ocupe su sitio, y con ganas, recalco...
Hay tormenta eléctrica sobre Gorliz. Eileentxu lo está pasando francamente mal aunque Jaime Urrutia nos está ayudando a sobrellevarla.
Roberto, ahí, susurrándome al oído que haga aún más grande la estirpe de blogueros de antiguo cuño. El cáncer visita de nuevo la familia y esta vez por partida doble, y a los liberales de sofá sólo quiero decirles que mendigar pases para los Grandes Premios contribuye a que la actividad ande cara de narices y a que paguen el pato los muchos que luego les molestan en redes sociales. Roma no paga traidores y por mí les quitaba los gin tonics, sobre todo el tercero, ése que suelta la lengua y canta más que Deep Throat en el Watergate. Son onerosos de cojones, son el problema de nuestra disciplina, son lo superfluo, pero siguen defendiendo al patrón porque sin su figura no serían absolutamente nada.
Os leo.
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