En el principio fue el verbo y tal, y comprendo que el lenguaje hablado queda muy cojo cuando no ves a tu interlocutor ni puedes hacer muecas, mover las manos o tocarle el brazo. Y sí, peco a veces de referirme a las cosas (y las personas) en conceptos que refieren mi yo cotidiano, el que baja al estudio cuando aún no ha cantado el gallo o el que pasa los mediodías entre fogones, etcétera...
Hoy me han recriminado que suelo aludir a Lando Norris en términos gastronómicos, que, a ver, no niego que no sea cierto, y ello considerando que la crítica ha venido de una buena amiga.
Disculpadme los veganos. En casa hemos reducido el consumo de carne animal hasta límites que hace pocos años resultaban inimaginables, pero la cabra tira al monte, me eduqué como humano carnívoro, y una chuleta, un solomillo, un entrecot o una tajada de buena babilla, siguen ejerciendo su magia sobre mí aunque no quiera. Tampoco nos vengamos muy arriba con esto ni llenemos de medallones la solapa. No conduzco desde 1997 y mi huella ecológica debe andar bajo mínimos; eso sí, pienso cada día en formar parte de un mundo más equitativo y razonable para todos, incuso ellos, y, obviamente, en la medida de mis posibilidades avanzo paso a paso aunque imagino que aún podría hacerlo mejor.
No me lío, que me conozco. Lando no es un bistec, hasta ahí ya llego, pero cada día que pasa pinta mejor. Jugosete y tierno en su interior, tosturriadete en la superficie visible. Un gran tipo y mejor piloto, que nos va a dar muchas alegrías dentro y fuera de la pista, aunque de momento continúa haciéndose a fuego lento, de brasa, of course!
Os leo.
Siempre ha habido pilotos británicos molones (por ejemplo, el gamberro de Hunt), pero nos han colado al Mierda con calzador BDSM. Es como si en literatura española se diera más bombo a Marías que a Bolaño... OH, WAIT!
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