miércoles, 18 de noviembre de 2020

Los hijos de Lobato

Iba a titular esta entrada «Darle a Lobato puntúa», pero, aunque sea exactamente lo que sucede, he rechazado la idea porque supondría cosificar al periodista asturiano y hace mucho tiempo que mido mejor el alcance de mis pedradas, gracias, entre otras circunstancias, a la infinita generosidad de alguna de mis piezas de antaño. Hice daño, solicité clemencia y me la brindaron. Estoy en paz, ¡como para meterme en fregaos a estas alturas de la película!

Uno es imbécil hasta que despierta y asume que el mundo es complicadillo. Verlo de otra manera, honestamente, me parece una pérdida de tiempo.

En fin. La última vez que me referí al de Oviedo en Nürbu admití abiertamente que me iba de Ribeiro y gambas al ajillo con Josep Lluís Merlos antes que con él, pero es que al grandote barcelonés me unen la ópera, la tendencia a meter de pata en el fragor de la batalla, que media alma mía añora el Mediterráneo a pesar de que soy de Cantábrico puro, que a ambos nos gusta Lluís Llach, Ítaca, y que me gustaría pasar una sobremesa o una tarde escuchando historias que reconozco y desconozco, nuevas y viejas, sobre las motos, sobre Javier y Carlos, Joan, la Rabassada, Montjüic y lo áspero que anda el periodismo.

A Antonio lo respeto a pesar de que mantengo con él menos lazos. Popularizó la Fórmula 1 y ahí queda lo que ha hecho. Pero me mata que todos los fines de semana de carrera, cuatro críos lo conviertan en don Tancredo para desatar sobre su trabajo la ira de los males que aquejan a nuestro deporte.

No lo escucho desde hace años. Veo la F1 por Sky Sports, que manda cojones, pero a Lobato lo profeso poco, más bien nada, y eso siendo consciente de que me pierdo a Pedro, a Toni y a Roldán.

Es fácil no sufrirlo ni, mucho menos, aguantarlo por imperativo legal, pero hay gente que prefiere estar al tanto de lo que dice o deja de decir durante la retransmisión para luego sacar pecho en redes sociales del daño irreparable que origina, básicamente porque darle puntúa y te hace mejor aficionado ante una turba de indocumentados que han asumido que toda España comulga con sus postulados. Y el caso es que miras la biografía de los adalides de esa resistencia flanderiana y se te caen las bragas pata para abajo, porque lo que origina tanto celo detractor no es el periodista ni el formato de su programa sino la necesidad de darse el pisto ante los amiguetes.

Los muy cabrones ganan seguidores en redes poniendo la España del motorsport a los pies de los caballos. Son unos putos traidores mermados, ignorantones que ni siquiera son conscientes de lo que hacen. No existíamos antes de Antonio y difícilmente podemos ser otra cosa que los hijos de Lobato...

El asunto es que, hace años, allá como en 2008 o 2009, ponía como ejemplo de idiota útil a Prostvuelve. El tío se iba a los foros anglosajones y nos ponía a parir por significarse como raro, que es a lo máximo que aspira cualquier friki, independientemente de su edad. Hoy son el churri de Víctor Abad, el ponzoñoso Raimon Durán de los lobatomizados, o cualquiera de los tantos que les bailan el agua.

En realidad da igual los nombres que pongamos. España es una mierda en automovilismo por Lobato, a pesar de que llevamos haciendo carreras desde 1899, que nuestro primer Gran Premio date de 1913 y sumemos casi el doble de pruebas puntuables bajo el estándar FIA que México, un ejemplo, o que, en realidad, haya aquí seguidores de Lewis y Sebastian, de Kimi y Lando, etcétera, a cascoporro. El caso es que el diablo nos comió el tarro y nos hizo ignorantes y haters de Vettel y Hamilton. Por tanto, carecemos de criterio y hemos sido reducidos, simplemente, a la alonsada.

No espabilamos ni espabilaremos. Tenemos cultura automovilista, historia, un piloto ante cuya pérdida lloró el mismísimo Fangio, un fugado de la justicia que dio para película y hoy es recordado en Venezuela, pero preferimos quejarnos como nenazas porque un tal Antonio Lobato suma sufiente atención como para que continuemos soñando que tendremos F1 para rato, a pesar de nuestros queridos detratores hispanoamericanos, que no dan trabajo a los poetas de la península pero atizan, día sí y día también, a Fernando Alonso o Carlos Sáinz, o nos desmerecen sin que seamos capaces de mandarlos a tomar por el flete porque no nacimos con Lobato ni leemos sólo el Marca o el AS.

Os daba una noche de aquellas en las que veías la F1 de madrugada servida por la RTL o, mucho antes, cuando tenías que esperar al martes para enterarte de lo que había ocurrido el domingo. Eso era amor, lo otro es querer ser lo que jamás serás, mayormente porque la edad no da para demasiadas hazañas aunque tengas la voz de Nino Bravo y el apoyo incondicional de centenares, o miles, de gilipollas que tienen que mirar un manual antes de sentarse en el water a defecar.

Nos sobran bobos, pero tenemos historia y un Lobato que ha abierto todo esto a una masa aficionada que en 2003 habríamos pensado inimaginable, y, por qué no decirlo, a que cuatro subnormales tengan su minutito de gloria en redes sociales criticándolo después de cada carrera. 

No, no es imprescindible sufrir a Lobato para disfrutar de todo esto. Os leo.

8 comentarios:

  1. Lobato es insufrible por sí mismo. Ni le achaco ni le deseo ningún mal. Lo único que hago es pedirle a mi hijo que me busque un enlace para ver la F1 en inglés. Mi pésimo dominio del idioma de la pérfida Albión me libra así de Lobato y de las "lobatadas" de los locutores ingleses. Pero veo la carrera sin petardos en los oídos; no me hace falta más.

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  2. Víctor Abad - @victorabadf1 - Nov 17

    "Algo que me fascina de la F1 por aquí es que llevemos una década entera diciendo que los títulos de Sebastian Vettel son gracias a Adrian Newey.

    Lewis Hamilton se ha proclamado heptacampeón el pasado fin de semana Y NO HE LEÍDO NADA sobre Paddy Lowe, Costa, Allison... ¿Por qué?"

    A lo peor será que, como Jackie Stewart no habla valenciano... y él no lee el inglés, a partir de sólo ver las ilustraciones de tapa por sus llamativos colores... Uno se puede perder parte importante de la realidad.

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    1. Precisamente aquí es donde decimos que ambos pilotos necesitan la conjunción de FIA, equipo y coche para ganar mundiales.

      En cuanto les calle uno de los tres, la culpa la tienen todos menos ellos.

      No sé muy bien a qué se debe tu referencia a mi lengua materna. En todo caso, y dado que no he entendido bien tu post y además te escondes en el anonimato, te agradecería una aclaración.

      Saludos

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    2. https://twitter.com/victorabadf1/status/1329066255605764103

      Pues simplemente eso. No se puede ser tonto para solamente una cosa. Se lo es a todo nivel.

      Lo dicho, Jackie Stewart habla en la lengua franca de esta era, el inglés. Compartida por 1.500 millones de personas. Y el castellano, lo hablan 600 millones. Nativos, unos 350 y 450 millones respectivamente. Ayer el griego, latín, francés. Mañana quizás el chino, cosillas de los imperios.

      Si el ñoño este no ha leído o escuchado opinión discordante sobre Hamilton, es porque no le interesa ver más allá de su ceguera. Conceptual y lingüística.

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    3. Te voy a dar la razón en una cosa, no se puede ser tonto en una cosa solo.

      Incluso no sé puede ser tonto para un rato solo, se es tonto para siempre.

      Saludos

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  3. Muy acertada la entrada. A Lobato se le puede criticar con objetividad o simplemente decir que prefieres otra opción. Pero hay algunos que critican a Lobato porque huele a Alonso y a alonsismo, lo cual no soportan. Su rutina es invalidarlo a cambio de aparentar un estatus de superioridad moral que da vergüenza ajena. Luego estos mismos, que tratan al fan de Alonso como si fuera un infraser, coleguean con los ultras fanáticos de cualquier piloto extranjero.

    Hay quienes también rechazan a Rubio y Saldaña, en esta ocasión creo que pocas dudas puede haber de su trayectoria, experiencia y pasión. Pero para algunos charlatanes, el ego y la altanería, el quedar siempre por encima, es un vicio difícil de dejar.

    Una de las cosas que me deja más perplejo en la actualidad es la poca capacidad de interpretar los datos y las estadísticas que tienen algunos que van de gurús de F1. Es increíble. Quizás porque no saben o porque eso les desmonta sus creencias.

    Supongo que los infraseres tendremos que conformarnos con narraciones tan bellas como las del trío de D.raimon en las gloriosas 24 horas de Daytona. ¡Qué dicción, qué vocalización, qué manera de embelesar al espectador con la palabra..! Esas sí que son buenas, ¿eh? Suerte que contaban con Diego Mejía.

    Lo mejor de todo es que a los gurús les gusta criticar, pero parece que no les cae tan bien que se les critique.

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