No parece momento de preguntar si la FOM o la FIA han andado a vueltas con el casco de Michael Schumacher hasta que, ¡zas!, ha habido oportunidad de entregárselo a Lewis; o bien el ocaso y el amanecer, Saturno y la constelación de Orión, han coincidido esta tarde sobre Alemania con ocasión de que Hamilton ha conseguido el mismo número de victorias que el Kaiser, y su hijo Mick, como por casualidad, ha salido de entre bambalinas para hacer entrega del trofeo a ese fistro de la pradera que es nuestro hexacampeón.
Mátame camión la idea de convertir el yelmo de un irrepetible en premio, pero no voy a negar que ha quedado bonito y enternecedor, sobre todo con Valtteri ciscándose en lo que no está escrito cuando, por casualidad, también, la todopoderosa y fiable unidad de potencia de Mercedes-Benz ha hecho pataplaf en su vehículo, convirtiendo en inasequible cualquier esfuerzo de chafar la fiesta al británico, siquiera por casualidad, ya me entendéis.
Sé que ha habido quien ha derramado unas lágrimas con la escenificación y yo le acompaño en el sentimiento, honestamente lo digo. Hoy no tocaba Black Live Matter ni insinuación de actos reivindicativos con espíritu inspirador. Todo ha quedado perfecto, tanto que ha parecido el guión de una película, y quizá sea eso lo que me ha llevado a escribir estas líneas, porque ya decía Aute que todo en la vida es cine y los sueños, cine son...
Os leo, primer aviso.
Es todo tan bonito q parece hasta de mentira.
ResponderEliminarKing Crimson