Será que muy pocas cosas son como antes o que cada vez que alguien saca de la chistera la palabra «análisis» me llevo instintivamente la mano a la 92F de bolitas, pero el caso es que apenas aguanto unos cuantos tuits sin evaporarme de Twitter por donde he llegado. Todo el mundo ahí: analizando... Luego están los que reclaman a Antonio Lobato que haga afición como si fuese el titán Atlas con la esfera terrestre a la espalda, y no faltan quienes enfatizan a cada momento que esto son carreras de coches porque es automovilismo deportivo, como si los pilotos no fuesen relevantes... Coño, el football también es un deporte de balón y pie, aunque imagino que lo que va por encima de los tobillos también tiene su importancia, ¿o no?
En fin, ando en plan estajanovista intentando que este próximo lunes día 31 me cunda buena parte de lo que hecho durante julio y agosto y, sinceramente lo digo, cada vez tengo menos cuerpo para soportar soplapolleces, ni mucho menos a los que a la mínima le pasan al cobro a Fernando facturas sacadas de la chistera del mago. La vida es suficientemente hermosa como para no desperdiciarla aguantando bobos que han oído campanas y no saben dónde.
Se nos vienen encima las 24 Horas de Le Mans 2020, y si hace poco recordaba las palabras de Salvador Mora al respecto de que el conductor dota de alma a la máquina: «El ser humano es quien implanta la norma y el motor responde. El coche tiene que tener el alma del ser humano, si no, es una máquina que no vibra. El hombre le da alma al motor...» [Trece años después], tal vez sea momento de solicitar que vayamos revisando nuestras prioridades porque a lo peor la magia de todo esto no está donde la buscamos.
Estamos a unas semanas de que se celebre otra de las grandes obras maestras del motorsport, y aunque este año Pechito López no esté mereciendo ni una décima parte de interés que suscitó durante el Supercampeonato 2018/19, ni siquiera para sus compatriotas, a día de hoy es uno de los firmes candidatos a lograr la victoria en La Sarthe y en el Mundial de Resistencia, porque conduce una de esas máquinas que pueden lograrlo y es uno de los pocos que pueden llevarla imaginando vueltas perfectas.
Os leo.
excelente...
ResponderEliminarA ver si esta vez puede ser y la fiabilidad no pone palos en las ruedas o Pecho (o sus co-equipiers) no comete errores en el momento clave.
ResponderEliminarMe alegraré por él, es un bravo.